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Pirámide de crecimiento: Estado, Economía Social y Soberanía

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • 21 sept
  • 3 Min. de lectura

Consolidar los derechos alcanzados y dar nuevos saltos de igualdad requiere una segunda generación de reformas económicas, donde el Estado recupere su protagonismo y la economía social se convierta en motor de transformación colectiva frente a un mercado excluyente.


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Imagen ilustrativa


Columna de Opinión
Por: José “Pepe” Armaleo*

La historia reciente de América Latina muestra una lección clara: los gobiernos progresistas y de izquierda ganaron legitimidad porque, en su primera etapa, redistribuyeron riqueza, ampliaron derechos y democratizaron instituciones. Más de 70 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza en la década siguiente a la implementación de estas políticas (1). Esa fue la gran fuerza del progresismo.


Pero completada esa obra redistributiva inicial, surgió un límite: lo alcanzado era enorme, pero insuficiente para garantizar la continuidad en el tiempo de los derechos conquistados. Allí radica la necesidad de las reformas de segunda generación: cambios económicos capaces de consolidar lo logrado y, al mismo tiempo, abrir nuevos horizontes de igualdad y justicia social (2). No se trata sólo de defender lo conquistado: una forma de consolidarlo es ir por más y mejores derechos, y luchar activamente por ellos.


El Estado juega un rol central en esta etapa. No basta con dejar que el mercado decida dónde invertir o que la sociedad se organice por sí misma. Es el Estado el que debe garantizar políticas redistributivas, sostener empleo, infraestructura, ciencia y cultura, y equilibrar los intereses privados con la necesidad de bienestar colectivo. Sin un Estado fuerte, las reformas de segunda generación se quedan en buenas intenciones y los avances previos se erosionan. El achicamiento deliberado del Estado que impulsa el gobierno actual (modelo neoliberal) reduce la capacidad de acción, entrega funciones esenciales a la lógica del mercado y pone en riesgo los derechos conquistados.


La economía social se convierte en un aliado estratégico: es uno de los tres motores de la economía -junto al Estado y al mercado- y permite transformar la solidaridad en acción económica concreta. Cooperativas, mutuales y asociaciones logran llevar servicios y producción a lugares donde el mercado no invierte por falta de rentabilidad y donde un Estado debilitado no llega a cubrir las necesidades (3). Un ejemplo histórico lo muestran las cooperativas de servicios públicos que construyeron gran parte del tendido eléctrico, garantizando acceso a la luz allí donde otros no llegaban. Su labor no sólo resuelve necesidades inmediatas, sino que consolida comunidad, trabajo digno y organización territorial: elementos centrales de la segunda generación de reformas.


El concepto de duelo también adquiere relevancia: hablamos del duelo colectivo, del reconocimiento del daño causado por políticas regresivas, desmantelamiento de derechos y desigualdad persistente. Este duelo no debería paralizarnos: debería orientar la acción política hacia la reconstrucción y transformación. Convertir el duelo en fuerza implica proyectar reformas que fortalezcan la soberanía, amplíen derechos y den centralidad al pueblo organizado.


Las enseñanzas de Perón y del Papa Francisco son guía: “Primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres” y “el todo es más que la parte” nos recuerdan que la comunidad organizada y la cooperación son la base de un proyecto nacional sostenible. La economía social y un Estado fuerte son las herramientas concretas para transformar la sociedad y consolidar los logros alcanzados.


La segunda generación de reformas no es un lujo ni un planteo abstracto: es la condición para que los avances previos no se pierdan y para que la Argentina pueda dar nuevos saltos de igualdad. Apostar a ella es un acto de soberanía, justicia y esperanza: consolidar lo logrado, profundizar la inclusión y avanzar por más derechos, porque sólo así se protege lo conquistado y se construye el futuro que queremos. En ese horizonte, el voto es también una forma de decidir nuestro futuro, el futuro que queremos construir colectivamente.

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Fuentes:

1.            CEPAL, Panorama Social de América Latina 2020.

2.            García Linera, Álvaro. La soberanía y la segunda generación de reformas en América Latina.

3.            Observatorio Nacional de la Economía Social y Solidaria (ONES), Cooperativas de servicios públicos en Argentina.


"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.

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