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La selección antiargentina

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • 1 sept
  • 2 Min. de lectura

Una expresión futbolística colectiva contrasta con una sociedad manipulable como la nuestra, que ha transformado en un dogma su fervor por el individualismo.


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Foto Rodrigo ARANGUA / AFP


Por: Daniel Mancini

 

 Vaya acto de seducción aquel gol de la selección frente a Chile en el último juego de Santiago, después del engaño dichoso que atrajo a los volantes locales hacia el área argentina, justo antes de que a sus espaldas y luego de dos pases Julián Álvarez definiera el partido.


¿En qué consiste el éxito del equipo nacional? En una idea colectiva, la cual guarda su testamento en el uso del balón para ambas acciones prioritarias del juego: defender y atacar. Tras esto, la abnegación y una alta vocación de servicio, un solista genial (Messi), la sabiduría a la que también conduce el sufrimiento y un grupo de escoltas fieles a su capitán, que cuentan con la bondad de poder cambiar el eje y la velocidad del juego del centro del campo a cualquier espacio del terreno como ocurrió en ese gol frente a los chilenos, cuando uno de los centrales (Balerdi) inauguró con el primer pase de ataque la escalada triunfal.


Entonces esa idea es la encarnación de una cooperativa del esfuerzo, que siempre guarda espacios para revelaciones artísticas (estupendas en el 4 a 1 frente a Brasil en River), planifica el futuro y excita nuestra imaginación, luego de la conversión que le quitó trascendencia y algo de dramatismo a la dependencia de Messi. Es decir que Scaloni ha construido su imperio con un método benevolente: advertir que la fortaleza colectiva surge del paradigma de que uno es por los otros.


En tanto, resulta atractivo saber en qué entorno social se desarrolla esa representación de interés común, una cuestión ambigua debido a que los futbolistas juegan en contextos diversos, con la marca preferencial europea. La única certeza radica en que este fenómeno identitario no ocurre en una sociedad a la cual el economista Orlando Ferreres le adjudica un “individualismo delegatorio”, una confiable definición de egoísmo editorial, informando que “muchos argentinos tienden a esperar que otros tomen las decisiones importantes, delegando la responsabilidad colectiva y mostrando dificultades para consensuar objetivos comunes”.


Después, breves evidencias: argumentar sobre el cortoplacismo como respuesta defensiva a la incertidumbre económica, sumando la falta de compromiso y la sospechosa visión del otro, más la naturaleza bélica de los vínculos sociales y el éxtasis que produce el patrimonio del dinero.


Es un punto analítico el contraste de un fenómeno asociativo creado por futbolistas económicamente suficientes, pero formados en una sociedad débil, la cual necesita de un nuevo status del hincha para su selección nacional, ya sin identidad, cauto, obediente, estéticamente apto, y segregado por ingresos populares de 90 mil pesos. Este cambio nació de un patrón significante: la demonización del hincha medio local, que consiste en un fin político, pues nada le ocurre al fútbol que no le haya sucedido primero a la sociedad.

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