Rebelión en La Libertad Avanza: ¡la casta no la quiere ver!
- Editorial Tobel
- 25 jul
- 4 Min. de lectura
Mientras el relato anticasta se desarma, crece la decepción popular por el ajuste sin salida y la rebelión silenciosa entre las propias bases libertarias.

Corazones rotos: Caputo, Sebastián Pareja y Karina Milei, El Jefe de verdad.
Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo- Hipólito Covarrubias*
Algo está cambiando en el humor social. El enojo ya no se dirige únicamente contra los gobiernos anteriores ni contra “la casta”, ni siquiera contra los sindicatos, los piqueteros o el Estado. La bronca se volvió más difusa, más inquietante. Porque ahora se empieza a colar también entre quienes creyeron -o quisieron creer- en el experimento libertario. El ajuste es cada vez más evidente, pero los resultados siguen sin aparecer. Y cuando la realidad se impone, ni el relato más eficaz alcanza para contener la frustración.
Los datos son conocidos: la inflación sigue erosionando los ingresos, los alimentos no bajan, el dólar se recalienta cada semana, las retenciones siguen vigentes y el cepo no se levanta. Las promesas de “shock” y “libertad” chocan con la persistencia de controles, impuestos distorsivos y una economía recesiva que asfixia al pequeño productor, al comerciante, al laburante y a las pymes. Mientras tanto, los jubilados ven licuarse sus magros haberes, los míseros salarios no repuntan y hasta los propios votantes de Milei -muchos de ellos trabajadores desencantados con el sistema- empiezan a preguntarse si esto era lo que habían votado.
La “libertad” prometida parece cada vez más lejana. Lo que llegó con la esperanza de romper con todo se va pareciendo demasiado a lo de siempre: ajuste para los de abajo, beneficios para los de arriba y discursos altisonantes que buscan culpas en el pasado para no asumir responsabilidades en el presente. Pero la novedad es otra: también dentro de La Libertad Avanza se empiezan a escuchar ruidos. El cierre de listas en la Provincia de Buenos Aires terminó de romper la ilusión de pureza. Aquellos que bancaron a Milei en los inicios, que militaron sin recursos, que se enfrentaron al desprecio del resto del sistema político, hoy se sienten desplazados, traicionados o directamente usados.
Militantes y dirigentes que encarnaban el núcleo ideológico libertario fueron corridos para hacer lugar a figuras provenientes del peronismo, el kirchnerismo, el massismo o el macrismo residual. Se incorporaron exfuncionarios, operadores territoriales y punteros con pasado en todos los colores políticos. La “casta” ahora milita desde adentro, bajo nuevas siglas. Y quienes lo denuncian, desde adentro del espacio, son descalificados como “traidores” u “obsecuentes”.
El triángulo de hierro que sostenía al gobierno -Javier, Karina y Caputo- implosionó en la práctica. Caputo fue apartado, sus candidatos relegados y sus sectores desplazados por los armados de Karina Milei y Pareja. Los equilibrios internos volaron por los aires y lo que queda es la construcción de un aparato donde el verticalismo reemplazó al debate y la obediencia ciega se impone sobre cualquier resto de convicción.
Frente a esto, también las bases libertarias comienzan a fisurarse. Muchos de sus militantes sienten que el proyecto fue cooptado. Que el discurso de la “tabula rasa” sirvió para justificar cualquier cosa. Que el sacrificio personal, la militancia sin recursos y la confianza en una épica de cambio real fueron canjeados por acuerdos de ocasión y negociaciones de pasillo, todo parecido a “la casta” no es mera cualidad. Y esa sensación, sumada al descontento creciente de la sociedad con el rumbo económico, configura un cóctel difícil de controlar.
A todo esto, se suma el silencio del gobierno frente a declaraciones como las del exmilitar Peter Lamelas, quien denunció con crudeza la entrega de la soberanía nacional al Comando Sur de Estados Unidos. Ni una palabra oficial, ni un intento de desmentida: sólo obediencia, sumisión y complicidad con el poder económico y militar del norte. En nombre de una supuesta libertad, se renuncia hasta a la dignidad de un país soberano.
La bronca no sólo cambió de lugar, sino que va sumando nuevos adeptos. Pero no va a alcanzar con indignarse. Ni con esperar que “esto se caiga solo”. Tampoco con quedarse en casa resignados a que “son todos iguales”. No es cierto que da lo mismo. No es lo mismo entregar el país que defenderlo. No es lo mismo ajustarse el cinturón que apretar el puño. No es lo mismo votar por rabia que votar con conciencia. Y no es lo mismo callar que hacerse cargo.
Porque si el relato se rompió, si la decepción avanza, si hasta los propios sienten que fueron traicionados, entonces la tarea no es mirar para otro lado, sino abrir los ojos. No para llorar, sino para ver. Y ver para actuar. Porque el futuro no lo va a construir un algoritmo, ni un influencer, ni una motosierra. Lo va a construir un Pueblo que decida dejar de ser espectador y vuelva a ser protagonista.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la Realidad Social y Política Argentina Arturo Sampay y de la agrupación Primero Vicente López, en colaboración con Hipólito Covarrubias, Militante, integrante del Centro de Estudios de la Realidad Social y Política Argentina Arturo Sampay y Primero Vicente López













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