Que “Santa Evita” ilumine el Cónclave vaticano
- Editorial Tobel
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Como abanderada de los humildes, como faro de justicia social y amor por los desposeídos, en el día de su natalicio comenzó la elección del nuevo Papa. Más que casualidad, todo un símbolo de coincidencia. ¿Pesará la impronta evangélica de Francisco?

Columna de opinión:
Por: José "Pepe" Armaleo*
El mismo día en que se conmemora el natalicio de Eva Perón, la Iglesia Católica se reúne en cónclave para elegir a un nuevo Papa. Desde el sur del mundo, evocamos a la Abanderada de los Humildes como faro de justicia social y amor por los desposeídos. Que su memoria oriente a quienes hoy tienen la responsabilidad de encarnar una Iglesia con el pueblo y para el pueblo.
Este 7 de mayo no es una fecha más. En nuestro país, el pueblo celebra el natalicio de Eva Duarte de Perón, la mujer que abrazó con coraje a los humildes, que enfrentó sin miedo a los poderosos y que dejó en la historia una huella imborrable de justicia, amor y revolución social. En simultáneo, desde Roma, el mundo católico espera el resultado del cónclave que elegirá a quien será el próximo Papa.
No creemos en las casualidades, pero sí en los símbolos. Que justo hoy se cruce el recuerdo de Evita con la elección papal es más que una coincidencia: es un llamado. Un llamado a no perder el rumbo. A que la Iglesia institucional no le dé la espalda al clamor de los pueblos.
Pero no toda la Iglesia es la jerarquía. No toda la Iglesia habita palacios ni permanece indiferente. Aquí, en esta tierra, lo sabemos bien. Los curas de la Opción por los Pobres caminan hace décadas junto a los trabajadores, los movimientos sociales, las mujeres organizadas, los jóvenes sin futuro, los que enfrentan el hambre, la violencia y el abandono. No predican desde arriba, sino desde adentro. No pontifican: escuchan, luchan, se manchan los pies de barro.
Eso es también la Iglesia. La que reconoce que no hay salvación sin justicia, ni fe sin compromiso. La que denunció los crímenes de la dictadura cuando otros callaban. La que hoy, frente al avance del neoliberalismo depredador, sostiene comedores, da contención, pone el cuerpo. Como lo hizo Evita.
Hoy, cuando el mundo vive guerras absurdas, hambre planificada, exclusión y saqueo, lo que está en juego no es sólo el nombre de un Papa, sino el rumbo de una institución que aún puede ser esperanza para millones. Una Iglesia que no tema hablar de redistribución, que enfrente al capital financiero, que denuncie el patriarcado y abrace a las víctimas. Una Iglesia más cerca de las mujeres de los barrios que de los dueños del mundo.
En la Argentina de hoy, bajo un gobierno que entrega la patria y castiga al pueblo, necesitamos voces proféticas. Y si de profetas hablamos, recordemos que Evita lo fue. Profeta laico de los descamisados, místico del pueblo, santo popular de las causas justas. Murió joven, pero su fuego sigue ardiendo. En cada villa donde resiste la vida. En cada lucha que se organiza. En cada cura villero, en cada mujer que cocina para el barrio, en cada pibe que sueña con una patria más justa.
Que el nuevo Papa mire al sur. Que escuche a los pueblos. Que se deje tocar por la ternura de los humildes y la firmeza de los justos.
Y que el espíritu de Evita, esa mujer que nunca pidió permiso para amar al pueblo, sea la guía.
Que Santa Evita los inspire.
Que la Iglesia no se aparte de los pobres.
Y que el Evangelio vuelva a ser buena noticia para los últimos.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.
José “Pepe” Armaleo: Militante, Abogado, Magister en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la realidad política y social Argentina, Arturo Sampay de Zona Norte.