Manifiesta distancia entre la dirigencia y el pueblo
- Editorial Tobel
- hace 1 hora
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A partir de la lectura de “Recuerdos inconexos”, se abre una conversación necesaria sobre la desconexión entre la dirigencia y el pueblo, la pérdida de mística y la ausencia de un horizonte político claro.

Columna de Opinión
Por:José "Pepe" Armaleo*
La nota de Restivo (página12 29/10/10) funciona como un espejo incómodo. Muestra, sin rodeos, una realidad que muchos prefieren no ver: la distancia creciente entre la dirigencia y el pueblo. Esa desconexión, que alguna vez se advirtió como un riesgo, hoy se expresa en la falta de palabra, de gesto, de horizonte.
La política que se encierra en los despachos pierde el pulso de la calle. Un dirigente que no escucha ni camina entre su gente termina hablando un idioma que el pueblo ya no entiende. El contacto directo con la realidad sigue siendo el único antídoto contra la soberbia. El pueblo enseña más que los libros, y cuando deja de ser escuchado, se aleja —no por traición, sino por cansancio.
En ese punto, el texto recuerda que el peronismo nació de una lectura profunda del pueblo. No inventó sus demandas: las interpretó y las organizó. Hoy, sin embargo, buena parte de la dirigencia parece hablar desde arriba, como si el pueblo fuera el objeto de una campaña y no el sujeto de la historia.
El problema no es de comunicación: es de mística. Ninguna estrategia de marketing puede reemplazar el sentido de pertenencia. Las campañas que repiten consignas sin ofrecer un destino solo refuerzan el desencanto. No alcanza con decir “hay que frenarlo”. La política no puede reducirse al espanto.
Cuando se apela sólo al miedo, se pierde la esperanza, y el pueblo busca refugio en quien promete ruptura, aunque sea contra sí mismo. El movimiento popular siempre tuvo la capacidad de ofrecer futuro, incluso en las peores derrotas. Lo que falta hoy no es historia, sino proyecto. Y sin proyecto, los recuerdos se vuelven melancolía.
Restivo cierra su texto con una imagen brutal: “estamos como Tarzán, colgados, en bolas y a los gritos”. Puede sonar exagerado, pero encierra una verdad dolorosa: la crisis no es solo de nombres, sino de sentido. El desafío no es encontrar un salvador, sino reconstruir una épica común.
Los próximos años no son para lamentarse, sino para organizarse. Hay que volver a mirar al pueblo sin intermediarios, recuperar las raíces sin nostalgia y construir un horizonte colectivo. El poder no se disputa desde el confort, sino desde la calle, con el pueblo como protagonista.
El pueblo no necesita que le expliquen lo que ya sabe; necesita que le propongan un destino. Los adversarios podrán tener los medios, el dinero o las encuestas, pero si el movimiento nacional recupera la fe del pueblo, recuperará también el poder.
Porque no hay algoritmo que reemplace la conciencia, ni marketing que sustituya la presencia.
Y porque, en definitiva, solo la organización vence al tiempo.
"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."
*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.











