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Los chorros y chorras siempre del mismo lado, ¿qué raro, no?

Un radical “peludo” que terminó preso y con su casa saqueada, luego de haber sido destituido por un golpe militar. Un presidente que se robó todo el oro del Banco Central y cambió la historia; otro que fue una “tortuga” y enfrentó a laboratorios y petroleras, y una “yegua” que se robó un PBI, la historia que se oculta.









Por: Tano Armaleo.- Varias generaciones crecieron, se educaron y fueron bombardeadas por un constante discurso malintencionado. Cuando educadores, historiadores o partidos políticos intentaron contrarrestar estos relatos sesgados, falsos y mentirosos, fueron ninguneados, censurados o bien, eyectados del poder: Hipólito Yrigoyen, al igual que Juan Domingo Perón, Arturo Illia e Isabel Perón fueron derrocados por golpes cívicos-militares. En estos tiempos que corren ya no se requiere de las botas para imponer modelos políticos. Basta un Poder Judicial cómplice, empresarios de medios y dirigentes dispuestos a todo con tal de evitar buscar la verdad. Cuando se dice todo, es todo, mentira incluída. Rehúyen a todo debate político que ayude a clarificar.


Si se trazara una línea de tiempo se podrá coincidir, o no, que la vida democrática en Argentina comienza con la ley Sáenz Peña. Una ley (1912) que estableció la lista incompleta combinada con el secreto y la obligatoriedad del sufragio y el mecanismo plurinominal. Con anterioridad, el voto no era obligatorio. Existía una suerte de voto calificado, para pocos. El primer presidente que llega a la presidencia bajo la nueva Ley fue el radical Hipólito Yrigoyen.

El “peludo” Hipólito Yrigoyen, así lo tildaban, terminó derrocado por un golpe cívico-militar y detenido en la isla Martín García. El paso previo al derrocamiento fue un constante y persistente ataque a su figura. Medios de prensa, interna partidaria, la creación de YPF y enfrentar a petroleras internacionales fueron elementos suficientes como para que los falsos relatos dañaran la figura del dirigente radical. Tanto mintieron en torno a su figura y a su gobierno -decían que eran todos delincuentes- que terminaron quemando y saqueando la casa donde vivía Yrigoyen. Le cuestionaban, en eso de intentar ser correctamente políticos mientras matan de múltiples formas, que no concurría al Congreso para dar el discurso de apertura de Sesiones legislativas.


A base de falsos relatos y mentiras, “la gente” terminó comprando que el “Peludo” era un corrupto que había que derrocar. Liberado, y enfermo, pasó sus últimos años visitado sólo por unos pocos. Su funeral fue una multitudinaria manifestación de fervor popular que el gobierno del dictador Justo buscó minimizar. El sentimiento popular estaba con Hipólito Yrigoyen.

No pasaron muchos años para que la mentira y difamación, sobre un presidente, volviera a cargar las tintas sobre el andamiaje democrático. Juan Domingo Perón, golpe cívico-militar mediante, era eyectado del poder. Los golpistas fueron preparando el terreno con no pocas agresiones y virulencia. La más estridente de todas las agresiones, se podrá coincidir, fue el crimen perpetrado por uniformados que descargaron bombas sobre Plaza de Mayo -16 de junio 1955-. Esto terminó con el asesinato de más de 350 personas, entre ellos varios niños que iban a la escuela. La historia, la cultura dominante, medios de comunicación omitieron contar aquel primer crimen en masa perpetrado por gente escudada detrás de uniformes militares. La denostación sobre la figura de Perón y Eva Perón no tuvo límites.


Así como prohibieron citar los nombres de Perón y Eva, el otro gran relato fue: se robó todo, todo el oro del Banco Central. El líder y creador del Justicialismo dio vuelta la página de la historia para el lado del interés nacional y popular enfrentando a las clases dominantes nacionales e internacionales. Demasiado para un solo presidente que dignificó al trabajador con una batería de derechos y leyes sociales y laborales. Las oligarquías nunca se lo perdonaron; aún hoy. Terminó sus días en una casa donada por la CGT. Nunca existió tal robo, y tantas mentiras más descargadas sobre Juan Domingo Perón.

Las fuerzas del “orden y ética republicana” no tardaron mucho tiempo en cargar sobre otro presidente: el radical Arturo Umberto Illia. Nunca le perdonaron enfrentar a laboratorios extranjeros y petroleras del mismo cuño.


Illia también fue alcanzado por las usinas del desprestigio y falso relato. El brazo ejecutor, una vez más, provino de sectores políticos (propios y ajenos) y medios de comunicación. A modo de esmerilar su poder institucional, el entonces presidente era presentado como una “tortuga”. Tapas y tapas de cuanto medio que se preciaba, y precia, de prensa independiente operaba para desestabilizar a Illia. Finalmente, un golpe cívico-militar vuelve a correr del escenario democrático a un presidente, para instaurar un régimen autoritario, asesino, con el sólo objeto de frenar la consolidación de un país soberano. El Poder Judicial, nuevamente, acompañaba un nuevo golpe.


No menos sencilla la llevó la presidenta Isabel Perón. Tuvo la osadía de nacionalizar las bocas de expendio de combustible, el comercio exterior, temas que, obviamente, a los ojos del imperio del norte (EE. UU) no era admisible. Fue derrocada seis meses antes de finalizar su mandato, lo que demuestra que no era ella a quien se buscaba destruir. Se reintentaba imponer un modelo entreguista alejado de todo espíritu nacional. Para esto, la dictadura del 76 impuso el terror, asesinando y desapareciendo a 30 mil personas.


Isabel Perón fue detenida varios años con el argumento de que se había robado millones de dólares del Ministerio de Bienestar Social. Dictadura, Poder Judicial y medios de comunicación socavaron la humanidad de Perón y destruyeron la vida de miles de personas. El robo nunca existió, fue todo mentira tal cual se comprobó décadas después.


En tiempos más recientes, Néstor y Cristina Kirchner pasaron a ser los nuevos blancos del ataque, ya no militar. El agravio y la virulencia mutaron a una aceitada alquimia mediática basada en mentiras y acoso permanente. Y el acompañamiento abierto de un Poder Judicial sometido y acorralado por la corrupción. Un Poder Judicial que, verdaderamente, termina siendo la extensión del pensamiento de la tradicional derecha local.


Como era previsible, los peronistas Néstor y Cristina Kirchner, entre otras cosas, fueron acusados por el poder mediático, el Poder Judicial y partidos de derecha, de robarse un PBI. Sí, un PBI. Tan siniestra fue la mentira montada que el Poder Judicial, junto a medios de comunicación que defienden intereses sectoriales, transmitieron en vivo cuando retroexcavadoras, enviadas por magistrados, desembarcaron en tierras patagónicas (en realidad un terreno en El Calafate) en busca del mentado PBI. Nunca apareció tal PBI, nunca hubo tal robo. Sin embargo, la mentira continuó. Y cierra con el invento del juicio sobre la actual vicepresidenta.

Pasaron varias, varias décadas desde aquel comienzo de falsos relatos y mentiras disparadas sobre Yrigoyen hasta la actualidad. Siempre hubo un mismo hilo conductor: destruir todo intento de consolidar una patria justa, libre y soberana.

Detrás de tantas persecuciones, agravios, proscripciones, mentiras, subyace una vieja discusión. Un debate que viene de los mismos albores en que el país buscara su independencia. Esto bien se podría sintetizar en aquellas disputas entre unitarios y federales.


Es una vieja batalla cultural que padecieron en carne propia San Martín y Juan Manuel de Rosas, por ejemplo. Ambos terminaron en el exilio. En el caso de Rosas, denostado y maltratado por la cultura e historia nacional; y con su casa destruida por aquellos que lo derrocaron. Con San Martín no se atrevieron; lo guardaron en la pared.


Si la historia se construye con grises, y sobre todo con tolerancia y respeto en la diversidad, queda claro que las clases dominantes, derecha para situarlo en términos ideológicos, nunca buscó recrear estas cuestiones. Si antes se imponían con las balas, ahora tienen brazos mediáticos y judiciales. Y redes sociales que todo lo pueden. Una realidad que atraviesa a toda Latinoamérica. No es casualidad. Como tampoco que los “chorro” y chorras” siempre están de un lado de la vida: del denominado campo nacional y popular. A pesar que en sus filas revistieron y revisten confesos y reconocidos asesinos, torturadores, fugadores de divisas, y estafadores, la historia los premia: omiten, en el relato histórico, recodar quién es quién.

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