La reforma laboral y el fraude de la “libertad”
- Editorial Tobel
- hace 15 horas
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Detrás del discurso de la modernización y la eficiencia se esconde un proyecto de regresión social que busca disciplinar al trabajo, debilitar la organización colectiva y transferir poder y recursos del trabajo hacia el capital.

Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo
Cuando el pueblo marcha el poder arruga.
El reciente debate público en torno a la reforma laboral no fue una discusión técnica ni un intercambio de opiniones aisladas. Fue la puesta en escena de una concepción profunda y peligrosa: aquella que reduce el trabajo a un costo, los derechos a obstáculos y la organización colectiva a un problema a eliminar.
Bajo el argumento de que “es caro contratar” y que el sistema actual desalienta el empleo, se vuelve a instalar una narrativa conocida. No es nueva ni ingenua. Ya fue aplicada, con distintos nombres, en otros momentos de la historia argentina y siempre produjo los mismos resultados: precarización, caída del salario real, fragmentación del mundo del trabajo y aumento de la desigualdad.
Cuando se invoca la palabra “libertad” para justificar estas reformas, conviene detenerse a pensar. ¿De qué libertad se habla? No es de la libertad de vivir con un salario digno, ni de la libertad de organizarse para defender derechos, ni de la libertad de proyectar una vida sin miedo al despido arbitrario. En realidad, de lo que se habla es de la libertad del empleador para despedir sin costo, contratar sin responsabilidad y trasladar todo el riesgo económico al trabajador.
Uno de los ejes centrales de la reforma es el ataque directo a los mecanismos que sostienen la negociación colectiva. Presentar esos instrumentos como “robos” o “privilegios” es una falsificación deliberada. No se trata de una discusión contable sino de una disputa de poder. Sin organización colectiva, el trabajador queda aislado, debilitado y expuesto a relaciones laborales profundamente desiguales.
La supuesta defensa del “trabajador individual” es, en realidad, la demolición de su única herramienta real de defensa. La historia del movimiento obrero lo demuestra con claridad: cada derecho conquistado fue producto de la acción colectiva, nunca de la negociación individual en condiciones de igualdad.
Pero la reforma laboral no se agota en el presente. Sus consecuencias se proyectan hacia el futuro. Un mercado de trabajo precarizado, sin estabilidad ni aportes suficientes, no sólo deteriora las condiciones de vida actuales, sino que socava las bases del sistema previsional. Sin empleo registrado no hay aportes; sin aportes no hay jubilaciones; y sin jubilaciones, el sistema solidario se convierte en el próximo objetivo a privatizar o vaciar.
Nada de esto es casual. No se trata de errores de diseño ni de consecuencias no deseadas. Es un proyecto deliberado que apunta a transferir recursos, debilitar derechos y desarmar la protección social construida durante décadas.
Por eso, el debate no es técnico ni jurídico: es profundamente político. Se discute qué modelo de sociedad se quiere construir. Uno en el que el trabajo sea descartable y la vida esté atravesada por el miedo, o uno en el que los derechos laborales sigan siendo un pilar de la democracia social.
Llamar a esto “libertad” es un fraude. Y aceptarlo sin discusión sería el verdadero retroceso.
"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."
*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.












