El gobierno unifica a sectores como la CGT, universitarios, jubilados y empresarios nacionales
Frente a la agresiva y violenta arremetida y el ir por todo y todos por parte del gobierno, la reacción popular comienza a mutar la bronca en organización política.
El claro cuño intolerante, autoritario y agresivo que utiliza el gobierno nacional con su mascarón de proa como principal vocero, Javier Milei, defendiendo los intereses de un sector económico muy concentrado, en particular la especulación financiera, está logrando lo que en la vida política no es aconsejable: que los más diversos sectores sociales, productivos, laborales, culturales, educativos y políticos se unan.
Si la marcha de jubilados marcó un punto de inflexión donde la población sintió y vio que cada palo y gas que recibían era el límite que no podía ni debía pasar el gobierno, el otro punto que unificó criterio y generó conciencia fueron las marchas en defensa de la educación pública claramente reflejada en la agresión descargada por el oficialismo sobre todas las universidades nacionales.
Millones de personas, a lo largo y ancho del país, se movilizaron en defensa de las universidades nacionales. En defensa de la educación pública, la misma que dio tres premios Nobel, la misma que tiene desparramados por todo el mundo a científicos y académicos. Científicos y académicos formados y preparados por la educación pública que nuevamente son eyectados por un gobierno autoritario que desprecia la educación pública. El abanderado de esta triste impronta es el primer mandatario.
Al respecto, el diputado nacional, Pablo Carro, expresó su indignación por el veto y recordó que la educación superior es clave para el ascenso social. “El gobierno no quiere que ningún pobre llegue a la universidad”, afirmó el cordobés, agregando: “La educación es una herramienta de movilidad social, pero este gobierno prefiere dejar a las universidades sin recursos, bloqueando el futuro de miles de estudiantes”. Además señaló la falta de financiamiento para la Universidad Nacional de Córdoba (UNC): “En la UNC hay 150 mil alumnos que dependen de esta ley. El gobierno no transfirió ni una parte de los 150 millones que debía haber entregado. Esto es un golpe directo a los estudiantes y a la educación pública”.
En estos momentos, la toma de universidades y el paro de actividades que proyectan todas las universidades nacionales en respuesta al desfinanciamiento presupuestario es la clara señal de fastidio de un sector de la población, muchos de ellos votaron por Milei, que no estaría dispuesto a tolerar la degradación institucional que se encuentra en marcha. El presidente se envalentona y muestra orgullo por “destruir el Estado desde adentro”, aún sabiendo que esto significa dañar la calidad de vida de la población.
La degradación institucional tampoco es avalada por buena parte del movimiento obrero organizado. No por casualidad, la CGT ha comenzado un proceso de reordenamiento interno con el objeto de ser más contundente en la batalla a librar contra el modelo ideológico del gobierno. Son sectores sindicales que entrelazan la lucha con estudiantes, docentes y miles de empresarios Pymes que también padecen los estragos del modelo del gobierno. La reciente relajación de importaciones de bienes de consumo masivo volvió a poner a industriales en alerta. El cuadro remite a épocas recientes, por caso, al gobierno de Juntos por el Cambio. Tiempo en que la liberación de importaciones fue un gran disparador para potenciar despidos masivos y el cierre de más de 35.000 Pymes y comercios en todo el país. En aquellos años, y al igual que en estos momentos, los tarifazos en materia de servicios socavan la capacidad productiva nacional.
El cuadro de situaciones no es nada alentador. El modelo ideológico diseñado por el gobierno, comprobadamente conocido y fracasado, sólo está pensado para una economía exportadora de materias primas, lo que implica beneficios, en el mejor de los casos, para un escaso 15/20% de la población. El resto de la población, como señalan no pocos indicadores oficiales (INDEC) y privados, son las víctimas del modelo anarco-capitalista.
Frente a este dramático cuadro florece, nuevamente, el instinto de supervivencia entre la población. Así como el movimiento obrero, aún con todas las contradicciones del caso, se organiza, lo propio realizan empresarios, jubilados, estudiantes y docentes, las expectativas de la población está cifrada en que semejante bronca popular encuentre un mismo verbo que termine canalizando en un frente social democrático plural y diverso que albergue el camino hacia una salida electoral con profundo espíritu nacional y popular.
La situación es muy extrema y no admite, por lo visto, dilaciones. Mucho menos tibieza. Quienes no metan las patas en el barro y no definan de qué lado de la vida se paran, seguramente serán arrastrados por la realidad. No hay margen para gorilismo de izquierda o falsos progresistas radicalizados. Tampoco hay tiempo para la soberbia de creerse portadores exclusivos de una causa nacional y popular.
El gobierno está dispuesto a todo. No duda en reprimir y destruir la institucionalidad eliminando derechos y conquistas. Apalea, insulta y pone balas a cuanta protesta y legítimo reclamo asoma en el horizonte.
Salir de semejante encerrona y crisis requiere, así lo demuestra la historia de la humanidad, que la bronca y malestar sean canalizados y contenidos y, sobre todo, organizados. Caso contrario, la violencia institucional podría escalar a un punto donde la respuesta se convierta en un desborde colectivo de impredecible final.
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