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Efecto Milei: el cheque en blanco no tapa la crisis

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 12 minutos
  • 4 Min. de lectura

En nombre de la libertad cierran empresas, comercios y más de 250.000 personas se encuentran sin trabajo. Salarios corriendo detrás de la inflación y precios de góndolas y tarifas de servicios ganan por goleada. La salida no está en Ezeiza, es más cercana.

 

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Muy a pesar del entusiasmo, del falso relato y de la nueva estética presidencial que el gobierno nacional montó tras los resultados electorales del 26 de octubre que los hermanos Milei y sus ministros entendieron como un cheque en blanco otorgado por el electorado, la crisis está en mostradores, en fabricas, en economías regionales, en laboratorios, en universidades y en millones de hogares. Datos del Indec, del sector privado -UIA, APYME -Federación Agraria, por caso-, de innumerables cámaras comerciales -CAME, Asociación Pymes Nacionales, CAMARCO, Índice Construya- y de gremios, son muestra irrefutable de un panorama nada alentador.


Los bancos reportaron, según datos del Banco Central, que el nivel de cheques rechazados se elevó un 250%. En tanto, el pago de tarjetas de crédito se vio afectado: la mora alcanzó un 27% más que meses anteriores. La gente no tiene dinero, por lo tanto se ve en la necesidad de refinanciar los pagos a tasas muy por arriba del 100% anual


La contundencia en la retracción de Construcción (-14,2%), Industria (-9,5%), Comercio (-4,5%), que representan el 50% de los puestos de trabajo, hablan por sí misma. La Capacidad Industrial Instalada no logra superar el 55%. Mientras esto sucede, las importaciones de bienes de consumo se dispararon cerca de un 200%, como denuncian fabricantes y comercios. No por casualidad, la venta en supermercados registra baja.


Es el propio presidente de la UIA, Martín Rapanelli, quien explicó que diariamente se pierden 2000 puestos de trabajo. También se mostró sumamente preocupado por la apertura indiscriminada de importaciones. Dicha política implementada por el modelo que regentea Milei ha generado, por ejemplo, que empresas como Whirlpool cierren sus puertas dejando a 200 trabajadores en la calle. La importación de electrodomésticos, lavarropas y heladeras, destruyó el proyecto de la multinacional.


Hace poco más de 2 años Whirlpool construyó una imponente planta en Pilar con tecnología de punta para la fabricación de lavarropas y heladeras. La intención era abastecer al mercado interno y, sobre todo, apostar a las exportaciones. El modelo libertario se llevó puesta a la empresa: de importarse cerca de 5000 lavarropas al año, Argentina abrió las puertas a 80.000. En EE.UU la misma empresa también sufría con la libre importación. El gobierno de Trump aplicó el sentido común, la defensa de lo nacional: cercenó importaciones y apostó por la industria local. Todo lo contrario al modelo imperante en Argentina: financiero y producción de materia primas sin valor agregado. No por casualidad no ingresan dólares.


En este complejo contexto distante, por cierto, de un proyecto nacional productivista y de desarrollo inclusivo con justa distribución de la renta, y con empleo de calidad, la evolución al alza de Intermediación Financiera (16,8%), Explotación de Minas y Canteras (15,7%) y el sector agropecuario (45,1%, aunque influenciado por el efecto sequía), que sólo representan el 9% del empleo, son de las pocas áreas donde se muestra crecimiento.


La inversión con Milei estuvo siempre por debajo de los niveles alcanzados en los gobiernos de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, que supuestamente encarnan el riesgo kuka. En el segundo trimestre de este año, la inversión representó el 18,26 por ciento del PIB, algo más que el record negativo de 15,40 por ciento del segundo trimestre de 2024. Pero lejos del 21,11 por ciento con Alberto Fernández y el máximo de 23,11 con CFK.


Como se observa, el país que sueña el gobierno y avala un puñado de grandes empresas y buena parte de la población que creyó comprar una libertad que nunca le llegará, beneficia, en el mejor de los casos, a un 30% de la población. Aquella que se da el gusto de viajar por el país o el extranjero.  


El país real, el que produce, trabaja, investiga, educa, apuesta al desarrollo científico nacional, que cree en las PyMes, invierte en economías regionales y piensa en exportar valor agregado, está seriamente afectado.


Si la idea es destruir la clase media para consolidar el modelo, en parte el gobierno lo está logrando. Sin embargo, los tibios reclamos sectoriales y políticos que asoman en el horizonte cercano, describen que la salida es por la unidad nacional a través de la conformación de un nuevo Contrato Social Democrático, amplio y diverso, que tenga en claro que el límite es la ultraderecha gobernante. En su momento lo planteó Alfonsín ante la llegada de Mauricio Macri al gobierno. Muchas décadas atrás lo había intentado Perón al abrazar al radicalismo a través de Ricardo Balbín.


Es evidente que la salida no es por Ezeiza. Está mucho más cercana si aquellos que tienen responsabilidad institucional y política, de todo tipo, se animan a ceder -sin entregar convicciones- para que el ciudadano de a pie, el que produce, trabaja y educa, realmente sean considerados. Caso contrario, las 19.000 Pymes que cerraron, los más de 250.000 despedidos, y las ecomomías regionales en picada continuarán engrosando el cuadro de negatividad nacional. A eisgo de que un estallido social peor que el 2001 se pueda materializar.

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