Día del periodista: más que celebrar, recordar y evitar la naturalización de la crueldad
- Editorial Tobel
- hace 2 horas
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En la Argentina que proponen Milei y sus socios del PRO y la UCR, la violencia y persecución hacia el periodismo es parte de un modelo ideológico que socava valores esenciales de la democracia. Etapa oscura para el periodismo.

“La gente no los odia lo suficiente”.
“Ensobrados”
“Soretes”
“Fracasados”
“Viejos meados”
“Hijos de puta”
“Mandriles”
Estos son, simplemente, algunos de los términos con los que el presidente de la República Argentina se dirige a periodistas y todo aquel que opine distinto.
Por lo tanto, en el Día del Periodista, honrar el oficio, la profesión, es darle valor a cada una de las palabras. No naturalizar la crueldad. Como tampoco la intolerancia y la falta de respeto. El todo vale. La búsqueda de la verdad, la libre expresión no pueden ser sepultadas por la violencia y autoritarismo institucional. El periodismo no puede ni debe callar ante estos atropellos que rompen toda pauta de convivencia democrática. Allá los operadores mediáticos que invaden las pantallas y redes sociales y tanto degradan la profesión.
Para los que ejercemos el periodismo de manera frontal, directa, sin ocultar identidad, sólo con honestidad intelectual, resulta inadmisible naturalizar y callar.
Celebramos el Día del Periodista en el convencimiento de que nada está perdido.
A lo largo de la historia, los periodistas han dado muestra acabada del gran aporte al sistema democrático. Aún cuando la dictadura del 76 asesinó a decenas de colegas -son parte de los 30.000 asesinados y desaparecidos- con el solo objeto de restarle importancia a la fuerza de la palabra y acallar voces. Distinto, vale recordar, fue el rol de los grandes grupos mediáticos. No muy distinto al que ejercen en la actualidad. Cierran negocios con el gobierno pagando con el silencio cómplice ante tanta violencia y persecución institucional.
La Argentina de Milei no contempla un periodismo libre e independiente, cualquiera sea la ideología donde se monte para reivindicar el valor de la palabra. Somos, desde Lo Nuestro, los que objetamos y no callamos cuando farsantes de la palabra, encuadrados detrás del periodismo, querían preguntar. Mentira. Querían destituir. No se sinceraban ante su audiencia o lector. No querían preguntar: defendían y defienden intereses. Y no es cuestionable ser opositor a un gobierno o comulgar con éste. Es parte del libre ejercicio del periodismo. El "pecado" es mentir.
Lo preocupante es cuando se naturaliza y destruye el valor de la palabra. Cuando el periodista "pierde la memoria". Cuando el todo vale es norma y no la excepción. Cuando esto sucede, parafraseando al Papa Francisco, “aparecen los pequeños Adolfitos”.