Acerca de la mentirosa “reforma laboral” que no generará más empleos
- Editorial Tobel
- hace 1 minuto
- 2 Min. de lectura
Sin inversión y desarrollo productivo nacional no hay ley que genere más empleo.

Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo.-
Cuando un gobierno anuncia una reforma laboral asegurando que “no afectará a los estatales”, lo que intenta no es llevar tranquilidad, sino dividir aguas: privilegiados y sacrificables, protegidos y desechables. Es una táctica vieja que reaparece cada vez que se busca avanzar sobre derechos sin asumirlo abiertamente. Y en paralelo se instala una narrativa simplificadora: que el mal funcionamiento del mercado laboral argentino es culpa de los sindicatos, de la “industria del juicio” o de los convenios colectivos. Pero el empleo no se crea abaratando derechos, sino generando actividad económica, inversión productiva y estabilidad macro. Todo lo demás es relato.
Lo que subyace es una mirada que concibe al trabajador como un costo y no como parte constitutiva de la nación. Una reforma presentada bajo la etiqueta “flexibilización para crear empleo” suele terminar siendo exactamente lo contrario: precarización para disciplinar. Y cuando desde el poder se acusa a los sindicatos de “caranchear la relación laboral”, lo que se está atacando es el corazón mismo de la organización obrera. La cuota sindical no es un impuesto parasitario: es la herramienta mínima para sostener representación colectiva. Sin eso, cualquier negociación se vuelve desigual, y en una negociación desigual, el débil siempre pierde.
Tampoco el diagnóstico económico oficial se sostiene. Es cierto que no se genera empleo formal de calidad. Pero las causas son claras: estancamiento productivo, falta de inversión, caída del salario real, inflación persistente, volatilidad cambiaria. Modificar la prelación de convenios para fragmentarlos por región o por empresa no corrige ninguno de estos problemas. Sólo fomenta una competencia a la baja entre provincias y sectores, donde los territorios más pobres terminan aceptando peores condiciones laborales para atraer inversiones. Eso no es federalismo, es fragmentación regresiva.
El gobierno habla de modernización, pero omite las condiciones para que exista. Habla de bajar costos, pero no de aumentar productividad. Habla de simplificación normativa, pero no de innovación industrial. Sin política de desarrollo, sin estrategia de empleo, sin ordenamiento macroeconómico, la reforma laboral es apenas un ajuste normativo que no cambia la estructura productiva. Un país moderno no uniforma hacia abajo: ordena hacia arriba.
Más grave aún es la deslegitimación de la protesta social. Cuando un funcionario afirma que “protestan por protestar”, no está describiendo un problema: está invalidando un derecho democrático. La protesta es un termómetro de conflictividad real. Un gobierno seguro de su rumbo explica; uno inseguro ridiculiza. Y cuando ridiculiza, muestra debilidad, no fortaleza.
En definitiva, si se quiere crear empleo, hay que fomentar la producción. Si se busca estabilidad, hay que ordenar la economía. Y si se pretende una verdadera modernización, debe construirse con los trabajadores, no contra ellos. La grandeza de un país no se mide por la flexibilidad de sus leyes laborales, sino por la dignidad de su pueblo.
"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse".
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.












Comentarios