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Instituto Román Rosell: un gigante dormido que quiere recuperar brillo


Deporte, talleres y capacitación para ciegos

Por: Matías Montoya.- Parece que en la argentina del siglo XXI todos los malos síntomas recaen o son epicentros los conflictos suscitados en las represiones del 19 y 20 de diciembre de 2001. Para aquella época lo peor de lo peor brotó de lo más profundo del gen argento. Más allá del gobierno de De la Rúa, lo malo fue anterior: Menem y su neoliberalismo posó lo peor en materia de gobernabilidad para lo que fue el comienzo de la tragedia de 2001: inescrupulosos al poder y sin poder cranear lo peor que se avecinaba.

Todo este cóctel fue una bomba de tiempo y sus esquirlas estallaron para distintos lados: economía por el piso, sociedad diezmada y sin rumbo, organismos no gubernamentales o sin poder de lucro hecha polvo y Titanic hundiéndose lentamente.

En todo esto entra el renombrado Instituto Román Rosell (av. Tomkinson 2300, San Isidro). El centro fue abierto por iniciativa del filántropo que lleva su nombre; y que en 1941, donó parte de su fortuna para la creación de un lugar donde las personas ciegas pudieran obtener todo lo necesario para desenvolverse por sus medios. La construcción de lo que fuera en su momento un mederno edificio, corrió por cuenta del gobierno de Perón.

Martín Demonte trabaja en el instituto desde 1999. Allí ejerció en el área de deporte donde ayudaba a entrenar a la Selección Nacional de Fútbol para Ciegos “Los Murciélagos”, para luego ser director técnico. Cabe destacar dicha selección fue campeona del mundo y ganó varias medallas paralímpicas y parapanamericanas e otras tantas en torneos internacionales de menor rango. Hoy Demonte es el coordinador general del Rosell.“Queremos recuperarlo para las camadas futuras y pasadas; ya que lo queremos mucho a esta institución. Estamos comprometidos a que este lugar sea modelo para el país y Latinoamérica”, comenta orgulloso.

“Con las elecciones de 2015 el instituto tuvo que empezar a ver qué era cada cosa cuando se encontraron con este lugar, que es un lugar que está dentro de la dirección de la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia (SENNAF), perteneciente al Ministerio de Desarrollo”, analizó Demonte.

Luego de idas y vueltas, el coordinador junto con su grupo de colegas presentó un proyecto de recuperación del lugar junto con la doctora Andrea Ventura, quien pertenece a la SENNAF. Gracias a las insistencias, el plan fue aprobado. El mismo consiste en un sistema de coordinaciones que dan a la persona minusválida visualmente una salida al mundo mediante modos de vida para que estos puedan valerse por sí mismos.

Esto tiene que ver con una coordinación técnica que involucra a lo que refiere a rehabilitación, talleres específicos (arte, pintura, arte textiles, música y educación) y deportes. Sin ir más lejos, Rosell fue durante 20 años referente en deporte y de acá salieron Los Murciélagos, goalball, torball, y actividades paralímpicas de mediano rendimiento. Aquí también, se concentran juveniles y vienen de distintas partes del país. Otro de los proyectos importantes es la salida a los colegios a hablar sobre discapacidad visual llamado "Rosell va a la Escuela". Esto hace reactivar áreas que antes estaban nulas o ni siquiera se utilizaban.

“De a poco vamos recuperando espacios que antes eran inutilizados o bien no aptos para los chicos. Los techos eran un desastre: filtraba el agua o se caía el cielorraso, algo que no podíamos permitir más que nada por seguridad de todos”, comenta orgulloso Demonte desde una de los despachos que antes estaba inutilizado o bien clausurado por las personas que se fueron sin hacer nada por el instituto.

Alrededor de 500 personas concurren al predio de más de siete hectáreas que paga el Estado todos los meses y que todo el personal del instituto cuida.

Demonte también hace hincapié en todo lo que realiza más allá de las actividades recreativas: “Hay un espacio de contención y de información para toda familia que posea una persona ciega, ya que muchas veces la sobreprotección no ayuda, sino que perjudica para la inserción de la persona en la sociedad. Obviamente que el amor de la familia debe ser importante para el ciego, pero debemos ser conscientes que ellos necesitan salir al mundo de manera libre”.

“Todos sabemos que en los 90 había mucha abundancia, pero cuando vino la crisis del 2000 la gente se encontró que no tenía ingresos; esto generó que algunas personas que habitaban en el instituto se organizaran y realizaran una toma. Con esta problemática, sumado a que hubo muchos cambios dirigenciales el Instituto estuvo a punto de cerrar. Pero a partir de 2015, estamos en un proceso de acompañar a esta gente para que tengan trabajo y educación. De alquilar y generar estrategias para adquirir un hogar. Por suerte lo estamos logrando, pero es algo que cuesta mucho”, comenta Martín Demonte.

El instituto Rosell viene en un crecimiento sostenido durante el año y medio de la nueva gestión. Se logró recuperar pabellones y lugares como el auditorio, los jardines, oficinas, el hall principal y canchas de torball y goalball. “Estas cosas se pudieron realizar porque se quisieron hacer”, añade Demonte. Y continúa: “Somos gente que nos reunimos, generamos estrategias, las planificamos y las accionamos. Antes venía un profesional y no terminaba de desarrollar la función definida”, concluye.

A la pregunta sobre el futuro del instituto, Martín Demonte fue claro: “La misión es que siga funcionando. La rueda que está empezando a girar no puede involucionar. Si les cambiamos la vida a estos chicos, es nuestra función. Queremos devolverle el esplendor que tuvo”.


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