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Sin un Estado eficiente y ordenador, la puja entre el capital y el hombre tiene un solo ganador

La metamorfosis del capitalismo y el desafío de un sistema justo.



Columna de opinión: José "Pepe" Armaleo*

El capitalismo ha sufrido profundas transformaciones a lo largo de la historia, pero su esencia se mantiene intacta: la supremacía del capital sobre el hombre. En “La Crisis y la Metamorfosis del Capitalismo”, Wolfgang Streeck describe cómo el sistema ha ido despojándose de las instituciones que alguna vez moderaron sus excesos, dejando a los trabajadores cada vez más vulnerables. La financiarización de la economía, la precarización del empleo y la crisis de representación política han llevado a un mundo donde los derechos conquistados se disuelven y la acumulación de riqueza se vuelve el único fin, y donde cada vez se concentra en menos manos.


En este contexto, el “Capitalismo de Plataforma”, tal como lo describe Nick Srnicek, representa la última fase de esta lógica deshumanizante. Las grandes corporaciones tecnológicas, dueñas de los datos y la infraestructura digital, han convertido a los trabajadores en meros engranajes de algoritmos que maximizan la rentabilidad a costa de la estabilidad laboral, la privacidad y el bienestar general.


Desde la doctrina peronista, esta realidad es inaceptable. El peronismo sostiene que “el capital debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio del capital”. No se trata de oponerse al desarrollo económico ni a la innovación tecnológica, sino de garantizar que estos avances estén orientados a la justicia social, la distribución equitativa de la riqueza y el bienestar de la comunidad.


Mientras las grandes potencias y los monopolios digitales debaten sobre el futuro del capitalismo, millones de personas carecen de acceso a agua potable, deben recorrer kilómetros para conseguirla, viven bajo fuego en zonas de guerra o migran en condiciones miserables, muchas veces arriesgando sus vidas, entre otros males. Este es el verdadero drama de nuestro tiempo: la discusión sobre el modelo económico ocurre en una esfera abstracta, mientras las necesidades más básicas siguen sin resolverse.


El desafío no es sólo entender la metamorfosis del capitalismo, sino transformarlo en un sistema que coloque a las personas en el centro. Para ello, es necesario un modelo que recupere el rol del Estado como garante del bienestar común, que regule el poder de las grandes corporaciones y que haga del trabajo un derecho digno, no una mercancía barata en manos del capital. Como enseñó Perón, “la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”.


Hoy más que nunca, frente a la voracidad del capitalismo de plataforma y la deshumanización del mercado, es urgente recuperar esa visión. Porque sin justicia social, sin soberanía política y sin independencia económica no hay verdadera libertad para los pueblos.


“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia y la soberanía no se entrega”.


José “Pepe” Armaleo: Abogado, Magister en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios Arturo Sampay de Zona Norte.

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