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Maduro y Trump, al fin y al cabo, dos dictadores más

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 3 horas
  • 4 Min. de lectura

Con viejos, remanidos y falaces argumentos EE.UU avanza con un golpe de Estado en Venezuela a modo de ordenar su "patio trasero" y condicionar a China. La Argentina de Milei resigna soberanía y libertad.


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Nicolás Maduro es un dictador. Es lo que argumentan desde los EE.UU a la hora de justificar un golpe de Estado instruyendo a los “marines” a atacar a un Estado soberano de Latinoamérica. Argumento -el del dictador- tan falaz y reduccionista como sugerir o plantear que Donald Trump también es un dictador. Que bien podría serlo considerando esta caracterización en términos de emperador que arrasa con todo lo que necesita para sostener su imperio.


Bajo el argumento de dictadores y terroristas internacionales operando en democracia, EE.UU avanzó, vale recordar, sobre varios países de Medio Oriente. Irak y Libia, entre otros. Y también sobre Palestina, avalando el genocidio del gobierno de Israel perpetrado sobre el pueblo palestino tal cual fundamentó la devaluada ONU.


El tiempo, y datos oficiales aportados por el Departamento de Estado de los EE.UU y de varios organismos internacionales, demostraron que los argumentos eran falaces: no había armas químicas en manos de aquellos “dictadores y terroristas”, Kadafi en Libia- y Saddam Husein -Irak-, respectivamente.


Ahora resulta que Nicolás Maduro, además de dictador, es narcotraficante. Seguramente se podrá coincidir que el presidente de Venezuela está lejos de sostener valores de transparencia democrática. Las últimas elecciones así lo demuestran. Claro que de ahí a ser un dictador, y narcotraficante, hay un largo trecho. Nadie, pero nadie en el mundo moderno, civilizado y democrático le cree a los EE.UU cuando utiliza estos argumentos.


Sólo callan por conveniencia comercial o especulaciones de geopolítica, tal el caso de la OEA y la ONU. Son viejos y remanidos discursos que utilizan los EE.UU para apoderarse del control de países y hacerse de sus riquezas, ahora llamadas tierras raras.


El tema de fondo detrás de Venezuela es la disputa geopolítica con el otro imperio: China. Un imperio que, a diferencia de su contracara, avanza sin misiles y bombas. Sabidas son las grandes inversiones que viene desplegando China sobre toda Latinoamérica. Es decir, uno avanza con portaaviones, golpes de Estado y argumentos falaces, EE.UU. El otro imperio, China, lo hace con inversiones y alto desarrollo tecnológico y científico, e inundando el mundo con sus productos. El nodo central en esta disputa entre los dos imperios son la producción de transistores y el control satelital.


Dentro de este marco de geopolítica internacional, los EE.UU amenazan a China con sus barcos merodeando y apoyando al régimen de Taiwán. Un régimen democrático, no muy distinto al de Venezuela, que insiste en ser un Estado soberano de China. No tan diferente a lo que plantean los usurpadores de Malvinas mereciendo el apoyo de la OTAN que es lo mismo que decir los EE.UU.


Dentro de aquella región, vale mencionar, Trump tiene en Putin un aliado estratégico a la hora de esmerilar el poder de China. Es lo que intenta y deja expuesto en la guerra entre Rusia y Ucrania tratando de actuar como “pacificador” mientras envía armas.


En la Venezuela del dictador y narcotraficante Maduro, la dirigenta de ultraderecha y férrea opositora al "dictador", María Corina Machado, con quien disputó elecciones presidenciales y perdió en un dudoso recuento de votos, continúa actuando políticamente por las calles de Caracas. Tanto que acaba de ser nombrada Premio Nobel de la Paz. Machado, vale mencionar, es fundadora del partido Vente Venezuela y una de las principales figuras opositoras al régimen de Nicolás Maduro. Su partido, todo indica, es financiado, desde los EE.UU.


Extraño dictador y narcotraficante, Maduro, que tolera convivir con un topo que le intenta destruir el gobierno desde adentro.


Dentro de este complejo entramado por donde se mueve la geopolítica internacional, pero sencillo de comprender a la hora de pararse en esta disputa planetaria, Trump acaba de indultar a Juan Orlando Hernández, expresidente de Honduras, detenido y condenado en los EE.UU, junto a su hermano, ¡oh casualidad! acusados de narcos.


En este contexto internacional, la Argentina de Milei renunció a ser un país independiente y soberano que continúe reivindicando Malvinas. Muy por el contrario. Prefirió entregarse a las mieles de un imperio que nada le ofrece a la hora de materializar un país con desarrollo productivo nacional, que cuide y proteja a su industria, vele por el trabajo genuino y digno y tenga la libertad de negociar internacionalmente con quien más convenga. Salvando las distancias, por cierto, es como tener un gran comercio para atender a un solo cliente. En el corto plazo, termina fijando las reglas comerciales, le pone precio a la mercadería. Así actúan los imperios. Bastaría leer un poco de historia.


De este modo, los EE.UU avanza sobre Latinoamérica con viejos, remanidos y falaces argumentos prometiendo un nuevo golpe de Estado, en este caso en Venezuela, a modo de ordenar su "patio trasero" y condicionar a  China en su avance comercial sobre la región. Lo hace ante el silencio cómplice de organismos internacionales y de países sumisos.



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