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Los pibes en el peor de los mundos: algoritmos que educan sin pedir permiso, maltrato e insultos oficiales y familias con ceguera

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 2 días
  • 4 Min. de lectura

Los jóvenes se sostienen entre ellos frente a un presente que los excluye. El gobierno desmantela políticas públicas y se retira del territorio. La familia, muchas veces, no logra ver ni comprender el nuevo mapa de vínculos: soledades y resistencias.


Columna de Opinión

José "Pepe" Armaleo - Hipólito Covarrubias

Los jóvenes se sostienen entre ellos frente a un presente que los excluye. El gobierno actual desmantela políticas públicas y se retira del territorio. La familia, muchas veces, no logra ver ni comprender el nuevo mapa de vínculos, soledades y resistencias.


La miniserie Adolescencia incomoda. No por lo policial. No por lo estético. Incomoda porque muestra lo que muchos prefieren no ver: adolescentes solos, adultos perdidos, vínculos rotos, emociones negadas. Una sociedad escindida que habla lenguajes distintos, como si padres, docentes y pibes vivieran en planetas que apenas se rozan.


Y mientras eso pasa frente a nuestros ojos, la política se entretiene con sus guerras culturales, sus internas y sus gritos. En Brasil y en Chile, los Estados discuten juntos cómo regular el uso de datos, los algoritmos, la inteligencia artificial, las plataformas digitales. Acá, el presidente llama “ratas” a sus opositores y se pelea con adolescentes en redes sociales. ¿Qué ejemplo construye una sociedad cuyos máximos dirigentes normalizan el odio como forma de vincularse?.


Es imposible hablar de juventud sin hablar del contexto. Y el contexto en la Argentina no es sólo económico: es violento, desesperanzado, profundamente injusto. Los pibes están expuestos a discursos que los insultan, a pantallas que los moldean, a escuelas que los agotan y a un Estado que el gobierno de turno ha decidido retirar. El paco -barato, destructivo, disponible- circula en las barriadas como única anestesia ante un presente sin horizonte. Y el narco, como patrón de turno, ofrece pertenencia, guita y destino. ¿Quién no se entrega, si lo único que ofrece el sistema es hambre y desprecio?.


Mientras tanto, las redes sociales y los algoritmos educan sin pedir permiso. Definen lo que se ve, lo que se dice, lo que vale. Modelan cuerpos, vínculos, emociones. Responden a preguntas existenciales con emojis o frases hechas por IA. Capturan la atención de millones y se la venden al mejor postor. Y todo eso sucede sin ley, sin control, sin regulación, porque el gobierno decidió no intervenir, no regular, no proteger.


¿Dónde está el Estado? ¿Dónde está la política? ¿Dónde está Argentina en el debate global sobre el futuro digital?


Porque los pibes no son “nativos digitales”: son “huérfanos culturales”. Viven en un mundo donde todo cambia, pero nadie les explica por qué. Les enseñamos que la democracia es el sistema del diálogo, mientras un ministro insulta docentes, amenaza artistas y se burla de los pobres. Les decimos que la escuela es el camino (y les quieren cobrar peaje), pero cierran programas, ajustan becas y recortan derechos. Les hablamos de meritocracia mientras los recluta el narco o los descarta el mercado.


Y frente a todo esto, el gobierno decide no estar. O peor aún: decide destruir. No estar en el debate regional. No estar en la defensa de los medios públicos. No estar en la creación de una agenda de soberanía digital. No estar, salvo para castigar o estigmatizar. Pero la situación reviste una gravedad sin precedentes, porque lo que se está desmantelando no es sólo la presencia estatal, sino el semillero mismo del futuro democrático. Estos pibes y pibas, hoy adolescentes, deberían ser la cantera desde donde surjan mañana quienes conduzcan los destinos de nuestra patria. Si no es así, si no revertimos esta deriva, los únicos que ocuparán ese lugar serán los hijos de las élites dominantes, como en los viejos tiempos, como en el feudalismo, reinstalando un sistema de privilegios heredados y exclusión estructural.


Entonces, la pregunta no es sólo “¿quién educa?”. La pregunta es: ¿quién gobierna este proceso? ¿Quién se hace cargo del presente, pero también del futuro político y cultural de la nación? Porque ya no alcanza con resistir los embates del ajuste: hay que frenar la destrucción del Estado emprendida por el gobierno de turno y generar políticas de Estado verdaderas, es decir, políticas que trasciendan los calendarios electorales y los caprichos presidenciales. Políticas que entiendan que cuidar a los pibes es cuidar la democracia del mañana.


La miniserie Adolescencia incomoda, muestra lo que pudo ser distinto. Lo que se quebró, sí, pero también lo que aún puede reconstruirse. Un padre que se anima a dudar, una profesional que escucha donde otros callan, un joven que todavía espera que alguien lo mire de verdad. No es sólo una historia: es una metáfora de país. Una Argentina herida, pero no vencida.

Porque la pregunta no es si podríamos haberlo hecho mejor. La pregunta es si vamos a hacerlo ahora, con decisión política, con proyecto colectivo, con comunidad organizada.


Es cierto: el malestar atraviesa a todas las clases sociales. Pero el ajuste, el hambre y la falta de futuro golpean con fuerza devastadora en los barrios populares. Allí donde el paco reemplaza al trabajo, donde el narco ocupa el lugar del gobierno de turno, donde las pibas y los pibes no tienen tiempo para la angustia porque primero hay que sobrevivir.


Frente a eso, no alcanza con discursos ni con gestos individuales. Hace falta Política. Hace falta Comunidad. Hace falta Política de Estado, de un gobierno que no se esconda ni se excuse, sino que asuma la responsabilidad histórica de defender a su pueblo y a sus hijos.


No estamos condenados. No todo está roto. Todavía hay escuela. Todavía hay docentes que resisten. Todavía hay políticos que no tiran la toalla. Todavía hay familias que luchan. Todavía hay jóvenes que no bajaron los brazos. Y, sobre todo, todavía podemos construir una comunidad que cuide, abrace y luche por un futuro distinto.


No es tarde si nos ponemos de pie. No es imposible si lo hacemos en comunidad.


 “La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la Realidad Social y Política Argentina Arturo Sampay y de la agrupación Primero Vicente López, en colaboración con Hipólito Covarrubias, Militante y fundador del Centro de Estudios de la Realidad Social y Política Argentina Arturo Sampay.

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