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La puja distributiva presiona la inflación; la evocación a Mario Cafiero

Se cae el mito de la emisión monetaria como generador inflacionario. La puja distributiva y falta de controles juega contra la canasta de la población

Tras un año de pandemia mundial, si algo quedó en evidencia en materia económica, es que la emisión monetaria no genera inflación cuando esta es programada y puesta al servicio, en este caso, de la salud y la producción. Argentina fue un claro ejemplo de que la emisión monetaria, durante el 2020, no fue la causante de la disparada inflacionaria. La espiral inflacionaria que vive el país desde hace decenas de décadas se debe, principalmente -no es la única causante-, a una clara puja distributiva generada por un empresariado desbocado.

Durante el 2019, cuando el cepo cambiario era total, y la emisión monetaria fue nula, temas sobre el cual se ufanaba el gobierno de Juntos por el Cambio, la inflación alcanzó la friolera del 54%. Sin embargo, durante el 2020, frente a un país que venía de una dura crisis, y tras la aparición de la pandemia, el gobierno de Alberto Fernández recurrió a una fuerte emisión monetaria, al igual que lo hicieron todos los países del mundo. Así y todo, la inflación llegó a un 36%, lo que echa por tierra aquello de que la emisión monetaria es la principal causante inflacionaria. De ser así, Argentina hubiese tenido en el 2020 una inflación muy superior al 36%. Muy por el contario, fue mucho más baja que años anteriores.

Se espera que enero tenga un índice inflacionario cercano al 4%.


Por lo tanto, queda en evidencia que la puja distributiva, quien se queda con la ganancia, es parte del combustible que alimenta la inflación en Argentina. Decimos Argentina porque en el resto del mundo, el empresariado tiene regulaciones y controles estatales que le impiden abusar y sacar ganancias superlativas a expensas de la población. También es el mismo empresariado que tiene un fuerte acompañamiento, generalmente impositivo, por parte de los gobiernos.

Así y todo, desde los 90 a la fecha, la brecha entre los que más tienen y el resto de la población cada día se agiganta. Con solo pensar que un puñado de argentinos, cerca de 12 mil, son los alcanzados por el denominado impuesto a las grandes fortunas, que aportarán cerca de 300.000 millones de pesos a las arcas nacionales, no es complejo imaginar de qué se habla cuando se menciona puja distributiva.


Cuando por estas horas se difunde que el precio de las naftas aumentó el 1%, lo que no se dice es que quienes producen alimentos o venden servicios por caso telefonía o TV por cable, imponen aumentos por arriba del 15 o 20%. Así como los quesos superaron el 20% de aumentos, lo propio se concretó en el rubro carnes, más del 22%. En materia de galletitas por caso, mellizas, el tarifazo orilló cerca del 12%. Los aumentos no son parejos en todo el país. Del mismo modo que los precios no son lo mismo en un barrio del conurbano profundo, que aquello que se cobra en Nordetla, Villa Ballester, o La Lucila.


Si bien las frutas y verduras, por la estacionalidad, suelen tener variaciones de precios, oferta y demanda en términos capitalista, no debiera suceder con el resto de los productos. No obstante, la “picardía” de fabricantes de alimentos no descansa. Como muchos de estos productos tienen cierto control de precios, para poderlo venderlos más caro crean nuevos envases, le introducen mínimos cambios en la formula o bien reducen la cantidad. Esto les permite remarcar, tener más rentabilidad. ¿Qué genera esta puja distributiva?, que cuando se mide el índice de inflación, la disparada es una realidad concreta. Aun cuando el gobierno arma lista de precios con el sector empresarial, lo ciertos es que la falta de controles juegan en contra el bolsillo de la población. Y sobre todo, no tener en claro estructuras de costos impide que el Estado ejerza un control serio y responsable a fin de evitar remarcaciones constantes de precios.


No es ningún secreto que la rentabilidad que obtienen las multinacionales en Argentina, es muy superior a la que logran en sus países. Así como Carrefour acá obtiene una rentabilidad cercana al 12% en Francia no llegan al 4/6%.

El camino más fácil para buscar quiénes son los generadores de la inflación, es ir al verdulero o almacenero de barrio. Los tiempos que corren, donde la pulseada por ver quién ejerce el poder real está en juego, no admite dilación. Así como el gobierno se fue claro y contundente con las telefónicas y TV por cable (las declaro servicios esenciales) y las prepaga, imponiendo regulaciones, lo propio deberá debería llevar adelante con el resto del sector productivo.

Habrá llegado el momento de dar cabida efectiva y real a aquello por el cual tanto brego el fallecido Mario Cafiero, cuando el frente del INAES planteaba la importancia de las economías regionales y del movimiento cooperativo. Para Cafiero, el cooperativismo es la tercer economía del país que moviliza a más de 27 millones de personas. Sin embargo, los precios son fijados por un puñado de empresarios. ¿Podría ser el cooperativismo un dique de contención que ponga límites a una puja distributiva que encarece alimentos y alienta la inflación?


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