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Encrucijada nacional: continuar desintegrándose o reconstruir un proyecto productivo que distribuya

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 17 horas
  • 2 Min. de lectura

El experimento libertario del Gobierno de Milei ha dejado un país desmantelado: miles de empresas cerradas, cientos de miles de empleos perdidos y un tejido social en retroceso. Recuperar la soberanía económica y social exige poner al trabajo y al pueblo en el centro de la política, frente a un liberalismo que privilegia al capital sobre la comunidad.


 

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El modelo libertario, producto de sus políticas contrarias a la producción y al trabajo, llevó al sector metalmecánico al 44% de su capacidad instalada, cifra por debajo a la de la pandemia.


Columna de Opinión


La realidad es innegable: dieciocho mil empresas cerradas y más de doscientas cincuenta mil familias sin empleo no son el resultado de un accidente económico, sino de un modelo ideológico que coloca a la especulación por encima del trabajo. Lo que el Gobierno llama “libertad” se traduce en subordinación a los grandes grupos financieros y entrega de la soberanía nacional.


En Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, los motores de la producción industrial y el comercio sienten en carne propia la destrucción de la economía. Obreros, pequeños productores y comerciantes enfrentan el mismo ciclo de endeudamiento y exclusión que décadas atrás sufrimos en los noventa. El campo, otrora símbolo de libertad antiestatista, evidencia hoy la necesidad de precios sostén, crédito y protección: el mito se derrumba, y la desilusión comienza a transformarse en organización.


La dimensión moral de la crisis es igualmente devastadora. Mientras el empleo desaparece y los negocios se cierran, florecen las offshores, las licitaciones direccionadas y los negociados. Buenos Aires refleja este panorama: un conurbano con hambre y desempleo, un centro con locales cerrados y jóvenes emigrando. No es libertad: es desintegración social y entrega económica.


De cada crisis surge un nuevo sujeto social, hijo del ajuste y de la exclusión, que encarna la necesidad de cambio y puede convertirse en esperanza. Pero esa esperanza no se materializará sola: exige que la dirigencia política, sindical y social abandone sus zonas de confort, deje de lado el ombliguismo y los egos personales, y se comprometa de verdad con la organización popular y los intereses del pueblo. Sólo quienes se integren con las bases y pongan al trabajo y a la comunidad en el centro podrán transformar la indignación en proyecto nacional y recuperar la soberanía económica y social que la Argentina necesita.


El país se encuentra ante una encrucijada histórica: seguir desintegrándose bajo dogmas liberales o recomponer un proyecto nacional que produzca, distribuya y gobierne para la comunidad. La elección no es abstracta: define si la Argentina será un territorio para el capital o una patria para su gente. La reconstrucción exige conciencia, coraje y acción colectiva; sólo así la indignación popular se convertirá en fuerza política capaz de recuperar la soberanía, proteger al trabajo y garantizar un futuro para todos.


"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.

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