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El "éxito" libertario: sociedad partida, una minoría privilegiada y una mayoría condenada a la precariedad, la incertidumbre y la humillación

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • 5 ago
  • 3 Min. de lectura

Frente a un modelo de exclusión ya conocido, que se sostiene en la apatía, la bronca y el odio, el voto puede ser un acto de resistencia, conciencia colectiva y esperanza activa. El futuro aún está en nuestras manos.


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Columna de Opinión

Por: José "Pepe" Armaleo*


En la Argentina de hoy no se discute una política más o una política menos. Se discute la posibilidad misma de tener un país con derechos, con dignidad, con futuro. El gobierno libertario avanza con decisión en un plan sistemático de restauración regresiva que busca desmontar todo lo que hizo de la Argentina una sociedad con movilidad social, integración y organización popular. No estamos ante un experimento, sino ante una reedición brutal de modelos ya aplicados: recetas de exclusión, concentración y saqueo que fracasaron en términos sociales, pero beneficiaron a los mismos de siempre.


Hoy ese viejo proyecto se ejecuta con nuevas tecnologías, con estrategias de comunicación más agresivas y con un uso quirúrgico del aparato estatal para disciplinar, fragmentar y deshumanizar. Pero el núcleo es el mismo: instalar una sociedad partida, con una minoría privilegiada y una mayoría condenada a la precariedad, la incertidumbre y la humillación.


Para que ese modelo avance necesita de tres condiciones emocionales que hoy atraviesan al pueblo: la apatía, la bronca y el odio. La apatía nace de la decepción, del “para qué”, del “ya está todo perdido”. La bronca, legítima, es hija de frustraciones profundas, pero cuando no se organiza ni se encauza, se vuelve destructiva. Y el odio es el combustible final: una sociedad enfrentada, confundida, individualista, donde el pobre odia al que apenas está un escalón más abajo, y el poder real queda oculto y a salvo.


Por eso hoy el voto tiene una dimensión más profunda que nunca. Votar no es simplemente elegir una boleta: es marcar un límite, es decir basta, es negarse a seguir naturalizando el retroceso. Es rechazar este orden social basado en el descarte, en la crueldad y en la indiferencia. Es asumir que la apatía no es neutral, que la bronca sin horizonte no libera y que el odio nunca construyó nada.


Cinco millones de jubilados, el 70% cobrando la mínima, tienen en su voto la fuerza de la memoria. La juventud, a la que se le niega el futuro, puede usar su voto como acto de rebeldía. Las y los trabajadores, golpeados por la motosierra del ajuste, pueden hacerlo como defensa de su dignidad. Porque el voto es, hoy, una herramienta colectiva de resistencia y reconstrucción.


No alcanza con cambiar de nombres ni con indignarse desde la soledad. Hay que construir una alternativa que devuelva sentido, confianza y pertenencia. Que diga con claridad que no sobra nadie. Que el futuro no está perdido, pero hay que pelear. Y que esa pelea empieza donde siempre empieza lo nuevo en la Argentina: desde abajo, desde el pueblo, desde el voto.


Porque el rumbo puede cambiar. Porque lo que nos pasa no es irreversible. Y porque, aunque quieran convencerte de que todo da igual, tu voto vale más que su odio.


La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López

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