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El fútbol de la AFA tan sólo para millonarios; dejó de ser para Todos

Si, hasta ayer nomás, las mayorías populares accedían a los estadios, en la actualidad solo lo hacen gente de alto poder adquisitivo. Tuvo que actuar el gobierno para que el partido se transmitiera en directo


Por: Fernando Gañete Blasco.-Rafael es un luchador. Toda su vida peleó para darle a su familia una calidad de vida digna. Algo coaptado por un mundo consumista que vende que la felicidad se encuentra obteniendo bienes materiales, y otro poco por las tormentas económicas permanentes que siempre castigan más a los menos favorecidos, Rafael está cargado de frustraciones.


Este humilde trabajador que siempre buscó crecer se fue a vivir a Chubut porque le dijeron que en el sur del país se gana más. Allí tuvo a su hijo -hoy de 19 años- Diego (le pusieron ese nombre por Maradona). Padre e hijo son fanáticos del fútbol. Rafael defiende a Maradona y Diego a Messi, pero ambos aman a la Selección argentina y la bancaron en los peores momentos cuando desde los medios de comunicación defenestraban al equipo, sus técnicos y hasta a los jugadores (Messi incluido).


Diego, que también es un joven trabajador y luchador como su padre, deliró con la conquista del Mundial en Qatar. Soñó con ver a sus ídolos al regreso y, juntando moneda por moneda y endeudándose un poco, logró viajar a Buenos Aires para saludar a Messi y compañía, pasó toda la noche en el Obelisco, con gran ansiedad, a la espera que el micro con el equipo pasara por allí como prometió el presidente de AFA, Claudio “Chiqui” Tapia. Con la ropa traspirada y lágrimas en los ojos, no por emoción sino por frustración, cuando se enteró que el micro no pasaría por allí se quedó hasta que la resignación lo convenció que tenía que volver a Chubut. El viaje de vuelta fue muy distinto al de ida. Ni los recuerdos de la alegría de cantar “Muchachos” abrazado a desconocidos y festejar con casi 40 grados de sensación térmica durante doce horas tapaban la tristeza de no ver a sus ídolos tras las 16 horas de viaje y la ilusión de tenerlos cerca y agradecerles la Copa conquistada.


Cuando su padre Rafael se enteró que el 23 de marzo el equipo de Scaloni iba a jugar contra la selección de Panamá en Buenos Aires, le quiso dar una sorpresa a su hijo y pensó en comprarle una entrada a Diego para darle una gran alegría. Convencido de ello sus amigos le decían que iba a ser muy difícil porque al ponerse las entradas en venta por internet, con la conexión pobre del pueblo no alcanzaría jamás a estar entre los primeros, los porteños corrían con ventaja. Al entender eso y sin bajar los brazos, lo llamó a Mariano, un joven experto en sistemas. Rafael lo conoce desde que nació ya que era hijo de un ex patrón. Mariano tiene buena conectividad y una computadora de última generación. Mariano le explicó de lo difícil que era, pero le prometió hacer lo posible. A partir de allí se puso a estudiar todo tipo de atajos para poder quedar entre los primeros en la fila virtual, la tecnología es su pasión y a veces en el pueblo comentan que es un pichón de hacker (si bien muchos de los que lo repiten no saben qué significa).


Rafael juntó como pudo los $12.000 que costaba la entrada y se endeudó para ayudarlo a pagar los más de $25.000 que cuesta el pasaje. Con gran optimismo y fe religiosa, Rafael le rezó a todos los santos que había conocido. Finalmente, el 16 de marzo se pusieron en venta las entradas. En dos horas se agotaron. Rafael estaba perdiendo su entusiasmo cuando recibió el llamado de Mariano. “¡Rafael, lo logramos!” exclamó el joven. Lo suficiente como para que al padre de Diego se le llenaran los ojos de lágrimas como nunca. Estalló de la emoción. Sabía que por unos meses se iban a tener que ajustar el cinturón, pero no le importó.


Ni bien llegó la hora de salir del trabajo salió como enloquecido a darle la noticia a Diego. Cuando el hijo recibió la noticia se fundieron en un abrazo que parecía interminable; luego vinieron las preguntas de rigor: “¿Cómo se te ocurrió? ¿Cómo lo hiciste si era por internet? ¿De dónde sacaste la plata?”. Risas y llantos se mezclaban en una conversación con más emoción que razón.


Diego le comentó a su jefe para pedirle el jueves (del partido) y viernes porque con más de 15 horas de viaje, no llegaría al trabajo. El jefe quiso negociar un solo día de franco, hasta que luego accedió a regañadientes.

La felicidad para Diego era total. Iba a ver a su ídolo Messi y a la Selección argentina jugar. Poco le importaba que el rival fuese Panamá y que viniera con suplentes. Pero aunque la AFA y los medios digan que la Selección es federal, poco les importa aquellos que viven en otras provincias que no sean CABA y Buenos Aires. Al día siguiente se enteraron que tenían que retirar los tickets por lo menos dos días antes del partido. Eso para Diego significaba otros casi $30.000 (más de la mitad de lo que gana por mes) en un pasaje para hacerse de su entrada, además de una nueva discusión con su jefe para que le de otros dos días libres.


Sin saber qué hacer, Diego piensa que la Selección es para pocos que tienen mucho dinero y para los porteños. Triste tiene que resolver, su padre lo consuela sin poder deshacer el nudo que se le hace en el estómago.

El jueves sabremos cómo terminará esta historia. Lo que sí sabemos ya, es que desde las porteñas oficinas de AFA poco se piensa en aquellos que tanto sacrificio hacen por la Selección, solo prestan atención en facturar y conquistar poder usando la idolatría que se les tiene a los jugadores por lo que conquistaron en la cancha. El fútbol, como espectáculo, dejó de ser popular, para que lo disfrute una élite. Las plateas cuestan casi $50 mil, esto deja afuera a muchas familias que les gustaría poder disfrutar de un show que hoy es para pocos.


Ante la negativa de que el partido se transmitiera en directo por la TV pública, fue el gobierno nacional que sacó un decreto para que toda la población pueda disfrutar de un espectáculo atrapante, emociónate y masivo que genera pasiones de multitudes.

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