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El dominio tecnológico deja la política a un costado: la IA controla la administración pública de Albania

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    Editorial Tobel
  • hace 2 minutos
  • 3 Min. de lectura

Así lo dispuso el gobierno de aquel país. ¿Dónde queda el rol del Estado frente a un mundo desigual?.


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El "disciplinador rostro" de Diellia


Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo*

El caso de Albania, que designó a una inteligencia artificial como ministra de contrataciones públicas, y la apuesta de China por convertirse en el gran campo de pruebas mundial para la “IA que funciona”, plantean un mismo dilema: ¿la tecnología al servicio de los pueblos o como excusa para vaciar la política, concentrar poder y debilitar los Estados? Argentina no puede quedar al margen de este debate.


El anuncio de Albania sobre la ministra virtual “Diella”, encargada de controlar las licitaciones públicas, se presenta como un hito de innovación: un algoritmo que promete eliminar la corrupción y garantizar transparencia absoluta. Sin embargo, más allá de la novedad tecnológica, esta decisión evidencia un debate profundo sobre la destrucción del Estado y la pérdida de control democrático. La consigna histórica de la derecha colonial y neoliberal -“achicar el Estado es agrandar la Nación”- ha sido siempre sinónimo de debilitamiento institucional y concentración del poder. En nuestro país, esa lógica se traduce hoy en recortes presupuestarios, cierre de programas sociales y debilitamiento de organismos de control, bajo la máscara de la modernidad y la eficiencia.


El caso albanés muestra que incluso un gobierno socialista puede caer en la tentación de vaciar de contenido a la política al delegar funciones esenciales a algoritmos: un Estado cuya autoridad depende de una ministra virtual pierde responsabilidad y legitimidad democrática, porque la inteligencia artificial no vota, no rinde cuentas y no se somete al escrutinio popular. Lo que se construye con años de esfuerzo colectivo -escuelas, hospitales, sistemas de control, instituciones de derechos- puede destruirse en un instante y tardar décadas en recuperarse.


A nivel global, el debate adquiere otra dimensión. Un reciente artículo del Global Times expone la apuesta de China por convertirse en campo de pruebas de la transición de la IA que “habla” -la de los modelos de lenguaje como ChatGPT- a la IA que “funciona”, aquella que interviene en la producción, la logística, la vida cotidiana y promete eficiencia, reducción de costos y nuevos modelos de negocio. China combina ventajas únicas: un mercado interno inmenso, escenarios de aplicación variados y un fuerte respaldo político para la digitalización de su economía. Pero también enfrenta desafíos: cuellos de botella tecnológicos en chips y sensores, tensiones con la privacidad de los datos, necesidad de talento científico y la presión de la competencia geopolítica global.


La diferencia es clara: mientras que en Albania la IA es presentada como sustituto de la política, en China se la intenta desplegar como palanca de desarrollo y competitividad. El dilema no es la tecnología en sí, sino su orientación y control. La inteligencia artificial puede ser herramienta para fortalecer al Estado y a los pueblos, ampliando derechos y mejorando servicios, o puede convertirse en coartada para disfrazar de modernidad un proceso de desmantelamiento institucional.

Argentina debe tomar nota. No se trata de negar la irrupción tecnológica, que ya es parte de nuestra vida y seguirá avanzando, sino de definir desde qué proyecto político se la incorpora. Porque cuando se debilita al Estado, lo que se destruye en segundos cuesta generaciones en reconstruirse; y cuando se delega la soberanía a un algoritmo, lo que se gana en apariencia de eficiencia se pierde en democracia real.


"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse".


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la Realidad Social y Política Argentina Arturo Sampay y de la agrupación Primero Vicente López.

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