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Duro revés para el gobierno: el CONICET ganó el Martín Fierro de Oro

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 2 horas
  • 3 Min. de lectura

Esto puso al descubierto que el oficialismo perdió la ilusión de hegemonía cultural y empezó a escuchar, incluso en el terreno que creía propio, el grito silencioso de una sociedad que comienza a darle la espalda.

 

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Columna de Opinión
Por: José “Pepe” Armaleo*

Durante meses, el oficialismo intentó instalar la idea de que había conquistado el territorio central de la época: el streaming, las redes, el lenguaje joven, la irreverencia digital. Se presentó como un gobierno que entendía el pulso de lo nuevo y que había desplazado a la política tradicional del espacio simbólico. Los Martín Fierro del Streaming 2025 vinieron a desmentir ese relato con una contundencia difícil de ignorar.


No se trató sólo de premios. Fue una escena política.


Los discursos de Julia Mengolini y Pedro Rosemblat, lejos de ser exabruptos aislados, expresaron una ruptura más profunda: el agotamiento de un consenso cultural que el Gobierno creyó haber asegurado. La crítica al ajuste, al ataque contra la cultura, al desprecio por la ciencia pública y a la persecución política volvió a ocupar el centro del escenario, esta vez sin pedir permiso y con amplio reconocimiento.


El dato más elocuente fue el premio de Oro al streaming otorgado al CONICET. El mismo CONICET que el Gobierno desfinancia, ridiculiza y presenta como emblema de gasto inútil. La comunidad cultural y digital eligió premiar a la ciencia pública justo cuando el poder la convierte en blanco. El contraste fue imposible de disimular.


Ahí radica el verdadero revés: el Gobierno no perdió una estatuilla ni una gala. Perdió el relato. Perdió la presunción de hegemonía cultural. Perdió la idea de que podía disciplinar sentidos a fuerza de insulto, ajuste y provocación permanente.

Durante el último año, el streaming fue presentado como un bastión oficialista. Plataformas afines, figuras amplificadas desde el poder, discursos de odio convertidos en espectáculo y un uso sistemático del Estado para legitimar voces propias. Sin embargo, los Martín Fierro dejaron claro que el streaming no es propiedad de nadie y que el ruido no equivale a consenso.


El rechazo no fue estridente ni violento. Fue algo más incómodo para el poder: un grito silencioso. Una señal cultural de que amplios sectores empiezan a correrse, a dejar de aplaudir, a elegir otra cosa. Que la crueldad cansa. Que el ajuste no se vuelve aceptable por transmitirse en vivo.


El Gobierno puede minimizarlo, descalificarlo o insultarlo. Es su reflejo habitual. Pero haría mal en no leer el mensaje: cuando incluso el streaming deja de responder, cuando el aplauso se corre, cuando el reconocimiento va hacia donde el poder pega, no estamos ante una anécdota sino ante una señal.


Para quienes creen que todo está perdido, que la batalla cultural ya fue derrotada o que el sentido común quedó definitivamente capturado, conviene decirlo con claridad: la cultura no se rinde de un día para otro, ni cambia por decreto. A veces resiste en silencio, otras veces se expresa donde menos se la espera. No siempre grita; a veces elige, premia y señala.

Que la ciencia pública haya sido reconocida, que la palabra crítica haya sido aplaudida, que el discurso del odio no haya logrado disciplinar incluso en su propio territorio, no es una victoria final. Pero tampoco es una derrota consumada. Es una grieta. Y toda grieta es una posibilidad.


Porque cuando el quiebre empieza en la cultura, no anuncia el final de nada. Anuncia que algo empieza a moverse. Y eso, incluso para los descreídos, es una mala noticia para el poder y una buena noticia para quienes todavía creemos que nada importante se pierde del todo mientras haya una sociedad dispuesta a volver a decir que no.


"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."


José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.

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