Crónica de una muerte anunciada
- Editorial Tobel
- hace 1 día
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Cuando nadie quiere ver lo que todos saben: que más temprano que tarde, más del 70% de la población pagará el festival libertario, la especulación financiera.

Foto: Caputo junto a su segundo de economía Pablo Quirno. (Víctor Carreira / Telam)
Columna de Opinión
Por: José Armaleo
Como en la novela de Gabriel García Márquez, donde el final es conocido desde el comienzo pero nadie hace nada por evitarlo, la Argentina vive hoy su propia tragedia anunciada. Todo está a la vista: reservas que se evaporan, salarios pulverizados, tarifas impagables, represión estatal, repudio internacional y un pueblo cada vez más empobrecido. Y, sin embargo, los responsables del rumbo económico y político siguen actuando como si el abismo no existiera.
Mientras el presidente Milei sigue obsesionado con Twitter, rankings de libertad económica y peleas infantiles con otros mandatarios, la realidad se impone con una crudeza insoportable: más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza, una recesión brutal, industrias que cierran, universidades al borde del colapso y un Estado que se desentiende de sus funciones básicas. Todo bajo el relato de una “libertad” que sólo se traduce en impunidad para los poderosos y sufrimiento para las mayorías.
La motosierra no fue contra la casta, fue contra el pueblo. El ajuste brutal, lejos de ordenarnos, nos arrasó. Las provincias mendigan mientras el gobierno nacional concentra recursos, reprime protestas y entrega soberanía. Los dólares de los exportadores vuelan, pero el pan falta en la mesa. La justicia mira para otro lado, los medios dominantes aplauden y muchos de quienes deberían alzar la voz guardan silencio o especulan con el desgaste ajeno.
Pero todo esto ya lo sabíamos. Lo sabíamos desde el inicio. Sabíamos que detrás del show mediático venía el desguace. Que el plan no era estabilizar la economía sino destruir lo público, vender lo nacional, extranjerizar lo común. Lo sabíamos cuando se votó. Lo sabíamos cuando se festejó que "alguien se anime". Lo sabíamos incluso cuando algunos advertíamos que no se trataba de locura, sino de un proyecto político coherente… al servicio de intereses ajenos a la Argentina.
Hoy el pueblo está pagando con hambre, con bronca, con resignación, con miedo. Y con una lenta, pero inevitable, toma de conciencia. Porque más temprano que tarde, también en esta historia -como en la de Santiago Nasar (en Crónica de una muerte anunciada)- llegará el momento en que nos preguntemos: ¿cómo fue posible que dejáramos que ocurriera lo que sabíamos que iba a pasar?
La diferencia es que desde el campo nacional y popular sí podemos reescribir el final. Está en nuestras manos. En cada abrazo solidario, en cada olla popular, en cada asamblea, en cada estudiante que no se rinde, en cada trabajador que resiste, en cada militante que no se arrodilla, en el voto que vayamos a poner en las urnas. El poder no está donde dicen. Está donde lo ponemos cada uno de nosotros, y el tiempo del pueblo no se anuncia: se construye.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse”.
*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudio de la Realidad Social y Política argentina, Arturo Sampay y de Primero Vicente López
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