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Comienza a vislumbrarse un nuevo, no único, horizonte esperanzador

  • Foto del escritor: Editorial Tobel
    Editorial Tobel
  • hace 5 horas
  • 3 Min. de lectura

La reunión de Cristina Kirchner con nueve economistas reabrió una discusión estratégica que el peronismo había postergado: cómo construir un proyecto de desarrollo que enfrente al experimento libertario.


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Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo*

La reunión de Cristina Fernández de Kirchner con nueve economistas -y la presentación de una “hoja de ruta” de más de 400 páginas elaboradas por más de 80 profesionales- reabre una discusión que el peronismo había dejado en pausa: ¿cuál es el proyecto de país que piensa ofrecerle al pueblo frente al experimento libertario?


Lo que se vio en esta reunión no es un gesto aislado, sino el regreso a una tradición peronista que siempre priorizó la planificación por sobre la improvisación. Mientras el gobierno ensaya medidas diseñadas al calor del mercado y de la coyuntura, desde el peronismo emerge un intento serio de recuperar la idea de proyecto, de estrategia, de horizonte económico. Convocar economistas no es sólo un gesto, es asumir que la disputa no se gana con consignas, sino con un modelo alternativo de desarrollo que pueda discutir en serio la arquitectura económica del país.


Al mismo tiempo, esta iniciativa responde a una demanda interna largamente sostenida. Durante meses, la militancia, las organizaciones sociales, los sindicatos y buena parte del peronismo reclamaban definiciones. Ese silencio “estratégico” terminó costando caro. Esta hoja de ruta busca llenar ese vacío y lo hace con un volumen técnico inusual, una diversidad de miradas y un mensaje político contundente: hay una alternativa posible y se la está construyendo.


Sin embargo, se puede ver algo más: se está reconfigurando el mapa técnico del espacio. Ya no aparecen algunos nombres que en el pasado monopolizaban la discusión económica; surgen otros, algunos emergentes, otros de larga trayectoria. Es una señal de renovación -voluntaria o forzada-, pero también un reconocimiento implícito de que el viejo esquema ya no alcanzaba para comprender ni enfrentar el fenómeno Milei. Y el hecho de que el documento se presente como “abierto al debate” marca un nuevo momento político: ya no hay márgenes para bajar líneas cerradas; es necesario reconstruir legitimidad interna y colectiva.


Hacia afuera, este movimiento también tiene un sentido estratégico: enviar un mensaje claro al mundo productivo (industria, pymes, economía de mercado, economía social, etc.), de que existe un proyecto de desarrollo alternativo al desguace libertario. Incluso la idea de abandonar la “macroeconomía del desacuerdo” (sin atribuir autoría precisa) funciona como gesto de autocrítica: durante años, las tensiones internas del peronismo se administraron sin resolverse, debilitando su capacidad de conducción.


Pero ningún proyecto económico vive encerrado en un documento. Para que esta hoja de ruta sea más que un insumo académico, debe bajar a los sindicatos, a los territorios, a las provincias, a las mesas de discusión productiva, en definitiva, hay que convertir esta hoja de ruta en un programa de gobierno, no en un libro de consulta. Los diagnósticos iluminan; la organización mueve. El desafío central es volver a coordinar inteligencia técnica y fuerza social: sin pueblo organizado, no hay programa que sobreviva.


Si el peronismo quiere volver a ser opción, debe volver a ser movimiento, no sólo aparato ni think tank. Estos economistas pueden marcar un norte, pero el músculo lo ponen los laburantes, los sindicatos, las organizaciones sociales, los territorios.

Porque también es cierto que lo que Milei hizo (su plan de destrucción) fue posible porque el peronismo estaba desorganizado. El desafío ahora es coordinar inteligencia técnica y fuerza popular. No basta con refutar a Milei; hay que construir la alternativa en la práctica, allí donde la vida cotidiana enfrenta las consecuencias del modelo libertario.


También es evidente que este movimiento reabre tensiones internas. Algunos lo interpretarán como el regreso de una conducción fuerte; otros, como la posibilidad de una síntesis superadora. Lo importante es que, si esto se horizontaliza, por primera vez en mucho tiempo se volverá a discutir estrategia en serio y no meras tácticas electorales.


En un contexto marcado por el ajuste, la incertidumbre y la erosión del Estado, esta propuesta ofrece algo que la sociedad demanda con urgencia: horizonte. La discusión no es sólo económica, sino nacional: producción, federalismo, trabajo, justicia social. Lo difícil empieza ahora: transformar este insumo en unidad discursiva, electoral y operativa. Sin esa articulación, incluso el mejor documento queda condenado al archivo.


En definitiva, la convocatoria no garantiza un futuro distinto, pero abre una ventana histórica.


La cuestión es si el peronismo tendrá la audacia y la organización necesarias para atravesarla y reconstruir un proyecto nacional a la altura de los desafíos del pueblo argentino.


"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."


*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.

 

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