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1 de Mayo tristemente esperanzador

La pandemia pone el marco de angustia, en manos del movimiento obrero está contribuir en consolidar un mundo más justo y solidario


Por: Tano Armaleo.-Es indudable que este 1 de mayo vuelve a ser atravesado por una pandemia que sorprendió al mundo de manera inesperada. Queda claro que no es un buen momento para festejar cuando los muertos y masivos contagios que atraviesa el planeta tienen en vilo y en estado de angustia e incertidumbre a la humanidad. Por lo menos a una inmensa mayoría. Aquella que considera que el otro, el próximo, cuenta, es un par.

La pandemia potenció, entre otras cuestiones, los rostros de los miserables, avaros, de los codiciosos, individualistas e insensibles que con su billetera y titulares pretenden someter y controlar al mundo del trabajo. La contracara son esos millones de rostros que, labrando sobre la solidaridad y una mirada inclusiva, pusieron y ponen el hombro sin especulación. Es difícil decir que la humanidad saldrá mejor de la pandemia. A la luz de los hechos, no parece ser así. La desigualdad, la injusticia y la explotación laboral, ahora encubierta en el “trabajo en casa”, está ganando la pulseada.

Si en Argentina, cada 1 de mayo el movimiento obrero, a partir de la llegada de Juan Domingo Perón al escenario nacional, descubrió y convirtió la fecha en una jornada de festejo y motivo para plantear reivindicaciones laborales y sociales para la población, en la actualidad la realidad es muy otra.


Desde hace varias décadas, el movimiento obrero organizado como tal dejó de estar al frente de las luchas. Salvo la acción de algunos gremios y dirigentes sindicales, aquella impronta reivindicativa no asoma. En el afán de “confraternizar” con el verdugo, no pocos dirigentes han entregado convicciones y dignidad. Así quedó claramente reflejado, por ejemplo, durante el macrismo.

Sin embargo, y más allá de esta realidad, nada distinta a la acontecida a lo largo de toda la vida del movimiento obrero organizado argentino, lo cierto es que en manos de ellos está frenar la embestida de un capitalismo despiadado. Un capitalismo que, montado en la pandemia, no deja de acumular sobre las espaldas del trabajador. Y generar millones de despidos. Si no fuera por la acción concreta del gobierno nacional, muy otra sería la situación. Cierto es que también existen gremios y sindicalistas que no temen discutir y cuidar los intereses de los y las trabajadoras parándose, como si fueran grandes camiones, frente a un nido de ratas a modo de frenar la salida de voraces roedores. También están los otros, los que se han burocratizado.


Si este 1 de mayo es triste por la realidad que nos circunda, al mismo tiempo es esperanzador. Porque ver que existe un estado presente y activo y un buen sector del movimiento obrero organizado dispuesto a no ceder a las mieles de los grandes grupos económico, y comprendiendo que una comunidad organizada también requiere de una burguesía empresarial con mirada inclusiva, presenta un horizonte esperanzador. Sin trabajadores organizados, sin protagonismo colectivo, sin participación social, cuesta imaginar que los poderes formales, y económicos, ayuden a que la humanidad salga mejor de lo que ingresó en la pandemia.

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