La soberanía la entregan con deudas y algoritmos
- Editorial Tobel
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Frente a la ofensiva económica y cultural del poder concentrado, la respuesta no puede ser la resignación. Sólo la organización popular puede convertir la resistencia en proyecto y disputar el futuro.

Columna de Opinión
Por: José "Pepe" Armaleo*
En un país donde las decisiones parecen tomarse lejos del territorio y de la gente, la soberanía ya no se discute con banderas ni con mapas, sino con deudas, tratados y algoritmos. La entrega es silenciosa: se privatizan los rieles, los recursos, los datos y hasta la esperanza colectiva. En nombre de la eficiencia y la modernidad se cede lo que debería ser base de un proyecto nacional.
Pero detrás de cada acto de entrega hay una forma de resistencia. En los talleres ferroviarios cerrados, en los hospitales desbordados, en las aulas empobrecidas, en las comunidades que se organizan para sostener lo que el Estado abandona, late la conciencia de que la soberanía no se delega: se ejerce.
El poder económico global impone sus lógicas, pero ningún modelo sobrevive sin consentimiento social. La resistencia se vuelve política cuando deja de ser sólo un gesto defensivo y se transforma en estrategia colectiva. No alcanza con indignarse: hay que construir poder popular, volver a tejer lo que la fragmentación neoliberal rompió.
Los dirigentes -políticos, sindicales y sociales- tienen la obligación de salir del confort de los diagnósticos y volver al territorio real, ese donde la gente no debate en inglés financiero, sino en necesidades urgentes. Allí está la política viva, la que puede transformar la resignación en organización.
Porque el tiempo es siempre del poder: el capital especula con él, lo administra, lo acelera o lo frena según su conveniencia. Sólo el pueblo organizado puede disputarle ese dominio, convertir la historia en proyecto y la memoria en fuerza de futuro.
El 26 de octubre no es una fecha más: es un momento bisagra en la historia argentina, donde el voto vuelve a ser un acto de resistencia frente a la entrega planificada de la soberanía económica y cultural. Votar con conciencia es también organizarse, defender la patria con la herramienta democrática que nos pertenece.
Sólo la organización vence al tiempo.
"La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse."
*José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.













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