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"El nene, con Milei no va"

La ideología que profesa el candidato de la ultraderecha basada, entre otros ejes, en la intolerancia, descalificación y falta de respeto por el que piensa distinto, está despertando preocupación entre la gente



"El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina", sostuvo el diputado Javier Milei durante una entrevista en referencia al rol del Estado en la sociedad. Una mirada que mereció la airada reacción de varios sectores de la comunidad.


“Ese mismo boludito lo que empezó a hacer es decir la batalla es cultural, la batalla es cultural. A ver, pedazo de mogólico, imbécil, tarado. La batalla cultural tampoco se puede dar, porque hay algo llamado censura”, aseguró el aspirante a presidente de la ultraderecha al referirse al economista Roberto Cachanosky. Fue la ASDRA (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina) quien manifestó su profundo rechazo al uso de la palabra “mogólico” como insulto por parte del candidato a presidente por La Libertad Avanza, Javier Milei.


“Zurdo de mierda, te puedo aplastar”, le disparó en su momento el candidato a Horacio Larreta.

“El imbécil de (Daniel) Lipovetzky, después de esa nefasta ley de alquileres ¿qué dijo? ‘Falló la regulación’. ¡No! ¡Falló la ley! ¡Falló el legislador! ¡Fallaron los malditos diputados y senadores que votaron esa basura”, volvía a descalificar, en este caso, a un diputado de Juntos por el Cambio.


Las frases no hacen más que revelar la intolerancia y autoritarismo de un candidato que pretende dirigir los destinos de un país. Si el respeto, tolerancia y sensatez deben primar en todo jefe de Estado, queda claro que éste no sería el caso.

Frente a este tipo de argumentaciones, no es complejo imaginar la preocupación que genera un Milei presidente. La intolerancia y falta de respeto sin tapujos podría poner al país en grave peligro institucional, llevando la violencia institucional a cada rincón del país. Esto es lo peligroso cuando desde el Estado (y sectores mediáticos) se alientan y NATURALIZAN estas cuestiones como normales. No es rebeldía, esto es agresión, violencia contra el que piensa distinto. No por casualidad, promete “destruir” todo aquello que considera que no responde a sus intereses y a los que defiende. Tal el caso del medio ambiente. Según su particular y mal intencionada mirada, el calentamiento global, al igual que la contaminación de mares y ríos, “son inventos del socialismo”. Discutir semejante obviedad es degradar la conciencia, la razón.

Frente a este panorama no faltan las especulaciones que dicen que Milei es simplemente la cara visible de un proyecto político que viene a implantar un régimen ideológico que no funciona, prácticamente, en ninguna parte del planeta. Y donde funciona es para un pequeño sector de la población.


La verdadera ejecutora del plan político de la ultraderecha es su candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel. Una dirigente política que tiene terminal ideológica en parámetros sustentados en la dictadura cívico-militar del 76. Victoria Villarruel no oculta estas cuestiones. Más bien se ufana. En esto MIlei no se anota, su anclaje ideológico se monta en los esquemas del menemismo. Tanto que sus principales asesores son ex funcionarios y dirigentes políticos de aquel gobierno. ¿Cómo podría terminar un gobierno con Milei presidente? Sencillo: en un golpe dado por la propia vicepresidenta.


Cierta o no semejante especulación, lo concreto es -como testigo ocasional que dio lugar a estas líneas- lo que planteaba una mamá en un bar de La Lucila cuando, junto a otras mamis, conversaban a quién votar en octubre. Allí, una coqueta mami tiró sobre la mesa: “me da que votar por Milei es algo así como si me preguntaras si dejaría que mi hijo sea educado por él, ni en broma, con eso no se jode”.

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