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Desafortunadamente, Morena no será la última víctima

Mientras persista una dirigencia política y empresarial que no asuma responsabilidades, las adicciones continuarán siendo un gran negocio para pocos y la destrucción de cientos de miles de personas



El asesinato de Morena (11 años) en manos de motochorros -que están detenidos- volvió a poner en el candelero la hipocresía, la miserabilidad y el doble discurso de un buen sector de la política. Y, sobre todo, lo que implica la violencia como resultante de la exclusión y marginalidad para miles de seres que no tienen un horizonte para soñar y proyectar una vida digna, mientras unos pillos se llenan los bolsillos. Son seres seducidos por falsos sueños generados por drogas y alcohol. Drogas y alcohol, terrible combo, que derivó en que esos jóvenes terminaran matando a Morena.


La hipocresía, la miserabilidad y el doble discurso se vieron claramente reflejados a través de las palabras del intendente interino y precandidato, Diego Kravetz (Juntos por el Cambio), quien aseguró que “era un crimen evitable”. También surgieron discursos miserables en boca de operadores mediáticos, entre ellos Fernando Bravo, quien deslizó la “extrañeza” de un crimen sucedido en pagos de Juntos por el Cambio, como si éste hubiera sido inducido por manos del oficialismo.

“Evitable”, dijo el funcionario, y no pocos se preguntan por qué no obró en consecuencia. Si sabía de antemano que estos motochorros acosaban y merodeaban por la escuela, por qué, por caso, no dispuso un “corredor seguro” o bien la custodia de personal policial.


Además, el funcionario, que a la vez es Secretario de Seguridad del Municipio de Lanús, dijo en referencia a los ladrones: “son siempre los mismos, 15 mocosos que entran y salen de prisión”. Y, volviendo a patear la pelota, detalló ante un canal capitalino que “este tema acá es gravísimo, porque acá los conocemos con nombre y apellido. Y mirá, me animo a decírtelo en televisión: yo lo voy a ir a buscar, por supuesto. Porque aparte estoy indignado y estoy loco por la situación. No me gustaría decirlo así, pero te digo, casi con certeza, que sé dónde lo van a encontrar. Pero con certeza. Lo de Morena es un caso en miles, porque en esa zona tenemos montones de casos a cualquier hora. Con las mismas bandas, la misma gente, los mismos pibes, todo lo mismo. Hacen falta varias cosas”, amplió el funcionario.


Es decir, el municipio de Lanús, que gobierna Néstor Grindetti, que se ufana de las grandes inversiones realizadas en materia de seguridad, que ciertamente hizo, sabe dónde y quiénes son los delincuentes o dónde se vende droga y muchos etcéteras más, sin embargo, a la hora de asumir responsabilidades patea la pelota. Si gobernar es asumir responsabilidades, enfrentar situaciones tan desafortunadas como el crimen de Morena, se podrá coincidir que, en Lanús, este menú no llegó al palacio municipal.


“Lo de Morena es un caso en miles, porque en esa zona tenemos montones de casos a cualquier hora. Con las mismas bandas, la misma gente, los mismos pibes, todo lo mismo. Hacen falta varias cosas. La primera es decisión política clara de combatir al delito y para esto hay cuestiones legales que no pueden dormir más el sueño de los justos en el Congreso. La moto con la que se cometió el hecho es una moto robada. ¿Dónde fue robada? En Capital. Las motos que roban en Capital son una constante de esta parte de Lanús. Nosotros los agarramos un montón de veces”, reseñó el funcionario de Lanús

Cierto es que el Poder Judicial, y legislativo en su conjunto, no encuentra leyes más claras para combatir y mitigar este tipo de delitos. Muchas veces son detenidos y a las horas o días son liberados, porque así lo dispone la justicia, el Código Penal. Sin embargo, ciertos dirigentes políticos, esquivando responsabilidades, acusan a la policía o a jueces y fiscales por liberar presos.


Nadie se hace cargo de nada. Asumir responsabilidades, hacerse cargo, no implica que el funcionario de turno sea, en este caso, el instigador directo de la muerte de esa niña. Pero sí es responsable por no entender y comprender que detrás de cada excluido, de cada marginal e individuo que entiende que su vida no vale nada, por lo tanto la del otro menos, si no actúa un Estado que atiende, que lo asista, es muy probable que surja un delincuente.


Muchachos, muchachas, basta de relatos de que “destruimos al narcotráfico”, “terminamos con las cocinas del conurbano”, “en la ciudad dimos combate al narcotráfico”, cuando la realidad dice lo contrario. En el mundo, Argentina incluida, la batalla contra el narco y el consumo de droga viene perdiendo por goleada. Es evidente que no se la combate con más patrulleros, con más policías ni más cámaras. Son necesarios, tal vez sí, pero no suficientes.


Con sólo ver lo que sucede en los EE. UU, el gran consumidor mundial de drogas, no es complejo entender que no se quiere combatir el negocio de la droga y mucho menos abordar la problemática del consumo con criterio de salud mental. Es un negocio que mueve capitales siderales que terminan, muchas veces, blanqueándose en guaridas fiscales. Así quedó revelado en reiterados informes internacionales en que bancos de “prestigio” internacional aparecen como grandes lavadores de dinero sucio.


Morena, que vivía en un barrio con serias falencias y carencias, no muy distinto a otros barrios del país y de la Ciudad de Buenos Aires, terminó siendo víctima de una manga de delincuentes que, a base de consumir drogas, terminan perdiendo todo parámetro. Desafortunadamente, Morena no será la última víctima.

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