En el Frente de Todos, ¿debaten?
Si el macrismo se caracterizó por negarse a debatir, el Frente de Todos resulta todo lo contrario. Riesgos y vetajas para la población
Foto archivo: Macri prometiendo pobreza cero.
Por: Tano Armaleo.-Es cierto. Durante el gobierno de Cambiemos los debates políticos, las diferencias internas, el cuestionamiento sobre las distintas medidas del gobierno, el atropello a las instituciones, la colonización, el sometimiento y extorsión practicados por el gobierno de Mauricio Macri sobre la justicia, no eran temas que despertaran preocupación en las filas de la alianza gobernante: PRO, Coalición Cívica y UCR. No sólo la omertá sobre estos temas era moneda corriente durante los cuatro años de macrismo. Tampoco despertaba escozor y mucho menos debate mediático el hecho de alentar el negacionismo sobre todo el trabajo llevado adelante desde el juicio a la junta de comandantes por Raúl Alfonsín hasta lo materializado por Néstor y Cristina Kirchner. Cierre de escuelas, de Ministerios, endeudamiento irregular con el FMI, tarifazos del 3000 %, sí, 3000 por ciento, por caso, no eran temas que produjeran resquemor y menos aún provocaran debate en aquella alianza gobernante; menos aún en su electorado.
El blindaje mediático, frente a lo que la oposición presagiaba como “la destrucción de país”, y luego quedó expuesto en datos oficiales y privados en el 2015 y el vaciamiento de la discusión política impulsada por Cambiemos, tenía hipnotizado a su electorado y a dirigentes que hacían todo el esfuerzo posible para evitar debatir. Tanto que el Congreso de la Nación registró el período más chato en materia de tratamiento parlamentario desde la recuperación de la democracia (1983) a la fecha.
Tan grosera fue la necedad e intencionalidad en negar debatir sobre temas candentes, por caso, tarifazos, que los medios macristas -son mayoría absoluta-, siempre con la intención de apañar al gobierno, rescataban “lo bueno que era estar en sus casas abrigados y sin aire acondicionado”. Y, cuando la pobreza escalaba y la población no llegaba al día 15 del mes, llegaron a plantear lo “atractivo que es reciclar juguetes y ropa”.
A esta altura del partido no es novedad que la derecha tuvo la gran capacidad, además de contar con medios de comunicación de fuerte penetración, de que sus votantes seguían sin cuestionamientos por cualquier medida de gobierno. Confianza plena, “sumisión cultural y devoción”, dirían algunos filósofos que gustan analizar la política bajo una mirada que se ha denominado como la etapa de la “psicopolítica” (Byung-Chul Han). Aquella que opera sobre las emociones antes que sobre la razón e impide movilizar el espíritu crítico en el individuo. Así fue como se bancaron tarifazos del 3000 % luego de que le hicieran creer que pagaban “menos que una pizza”. Dejaron cesantes a miles de trabajadores del Estado argumentando que eran “grasa militante”. Lo hicieron con el silencio cómplice de gremios como UPCN y la anuencia de un sector de la población que compraba el mensaje oficial como si este fuera parte de un mensaje publicitario.
La contracara de tanto negacionismo, carencia de debate, espíritu crítico, la constituye el peronismo. Con sólo ver los dardos y críticas que destilan miembros del Frente de Todos sobre el rumbo y diversas medidas del gobierno, se podrá coincidir que hay debate. También se podrá coincidir que no es un debate planificado y estimulado por el FdT de manera orgánica e intencional. De ser así, seguramente, podría tener menos estridencia y ser un valor agregado a la hora de mejorar la acción de gobierno. Desafortunadamente, esto no es así. Hay una natural puja de poder entre el ala que lidera Cristina Kirchner que confronta con Alberto Fernández, que termina confundiendo al votante y al militante que esperan una alquimia más criteriosa.
Entre aquella negativa de Cambiemos de evitar todo tipo de debate, y el no callar y llevar las diferencias internas, que lógicamente existen en todo gobierno de coalición, más aún en el peronismo y en un país de fuerte cuño presidencialista, entre un escenario y otro hay un trecho.
Seguramente -se especula- otra sería la situación si el FdT canalizara la discusión de manera orgánica dejando de lado personalismos y vanidades.
Cuando la pobreza golpea, la voracidad empresarial no tiene quien le ponga límites, los “dueños de los alimentos” amenazan con cortes de calles y rutas y extorsionan contando con anuencia mediática y el acompañamiento de Juntos, y hay funcionarios y funcionarios que no funcionan -de todas las vertientes- y la “oposición obstaculiza y pone palos en la rueda, tal cual objetan desde el oficialismo, cuestión que se ve claramente en el Congreso de la Nación, tal vez el electorado vuelva a castigar en las urnas como lo hiciera recientemente al FdT. Y, es en este punto que asoma lo que muchos califican como drama: el posible triunfo de una derecha extrema en segunda vuelta. Vale recordar que a Daniel Scioli, en el 2015, sectores del propio espacio le sacaron el banquito. Luego vino lo que todos conocen. No el triunfo de la derecha en las urnas; el gran logro fue el cambio cultural que metieron sobre un sector de la población.
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