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A 45 años del “Holocausto” Argentino, el negacionismo persiste

Golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976

Por: Tanor Armaleo.- Han pasado 45 años de aquella nefasta jornada en que un grupo de civiles instruyera a las Fuerzas Armadas revelarse contra el gobierno democrático de Isabel Perón. Nacía el 24 de marzo de 1976. El día se hizo noche, y la muerte en manos de uniformados y civiles escudados detrás del gobierno, se convirtió en moneda corriente. 30.000 vidas fueron arrebatadas en manos del terrorismo de Estado. Manos asesinas, con nombres y apellidos, cuyo único objeto era dejar atrás un gobierno nacional y popular para dar paso a un modelo neoliberal. Una vez más, la derecha derrocaba gobiernos populares para dar paso a la sumisión y endeudamiento nacional. Sólo que en este caso, aquella dictadura no dudo en secuestrar, torturar, matar y hacer desaparecer a 30.000 personas. Sin temor a exagerar, ni animo de estableces simetrías exactas, Argentina tuvo su Holocausto a partir de aquel golpe.


No fueron Videla, Massera y Agosti los únicos que se llevaron los “laureles” del golpe. Detrás hubo un sinfín de políticos y un sector minoritario de la comunidad y medios de comunicación que apañaron, no sólo el golpe, sino también el terrorismo de Estado. Desde la Sociedad Rural, la UIA, medios de comunicación y periodistas acompañaron aquella avanzada. También estuvieron los Martínez de Hoz, los Stuzeneger, los Macri, los Triacca, los Roca, entre tantos más, dando sustento al proceso golpista.


Aun hoy, a 45 años, desafortunadamente, persiste en un sector de la sociedad, y en particular de la mando de un falso relato que desciende de Juntos por el Cambio, que aquellos acontecimientos no se cargaron la vida de 30 mil personas. Niegan las atrocidades cometidas. Y peor aun: abonan la teoría de que en Argentina hubo una guerra. En realidad, fue una despiadada cacería perpetrada contra gente indefensa, niños incluidos. ¡Sí, niños!. Todavía a cientos de ellos permanecen desaparecidos.

Aquella dictadura “vendía” que había que terminar con la subversión, cuando en realidad lo que intentaba era desterrar una democracia con protagonismo popular. Así lo hizo en Argentina y en casi toda Latinoamérica, recurriendo a golpes cívicos-militares. Detrás de cada golpe estaba las manos de los EE.UU. Infinidades de informes desclasificados y hechos públicos así lo confirman.


Pasaron los años, y la derecha golpista buscó el marco democrático para llegar al poder. Utilizando falsos relatos, manos amigas del Poder Judicial, y la complicidad de medios de comunicación ganaron elecciones, siempre en busca de consolidar modelos de destrucción de la producción nacional, el endeudamiento con la banca internacional, destrucción del empleo y ampliación de la pobreza. Modelo de derecha, que en términos políticos bien podría definirse como neoliberales. Ideario, el neoliberal, nacido a instancias del Consenso de Washington. Abanderados e impulsores de esta causa fueron Reagan, y Tacher, imponiendo el manual en diversa partes del mundo. Argentina no quedó excluida.

Lo que no pudieron concretar durante la dictadura del 76, con Carlos Menem comenzaron a abrir el camino. Mauricio Macri, de la mando de Juntos por el Cambio, lo perfeccionó. Y profundizó sobre la base de falsos relatos generando un marcado clima y actos de odio y virulencia estatal sobre todas las fuerzas que él considera “populistas”. Al decir del ex mandatario, el peronismo. Esto quedó demostrado durante los cuatro años de gobierno macrista.


Aun hoy, Mauricio Macri, quien considera al igual que la mayoría de la dirigencia de Juntos por el Cambio -radicales incluidos- a los Derechos Humanos como un curro, insiste en que aquella dictadura no fue tan nefasta como en realidad lo fue. Y continúa abonando la teoría de que hay que acabar con una “pandemia peor que la del COVID, el populismo”.

Para el limitado ex presidente, y su banda, el populismo no es otra cosa que el peronismo y demás fuerzas políticas. Fuerzas que pretenden un país en que el gobierno no controle al Poder Judicial, o invente causas para encarcelar a empresarios nacionales y dirigentes opositores, y entregue el país –endeudamiento mediante- a las grandes corporaciones financieras internacionales destruyendo el aparato productivo nacional. Un país soberano.


Recordar, evocar el 24 de marzo de 1976 tiene la importancia de contextualizar y comprender que el debate, la lucha por un país más justo e inclusivo continúa. En realdiad, estas cuestiones nunca terminan, aun cuando algunos crean que llegando al gobierno se acaba estas disputas. Esta disputa nacional lleva más de 200 años. Por lo tanto, presumir que esto podría acabarse con el triunfo electoral de uno de estos dos sectores en pugna, es tan ingenuo como pretender buscar la unidad nacional sellándose a partir de un reencuentro de estas dos vertientes de pensamiento omitiendo las diferencias. Sí -considera quien esto escribe-, habrá que seguir abonando el camino que impulsa el presidente Alberto Fernández: respeto en la diversidad. Y , fundamentalmente, no embroncarse ni subirse al ring del odio y venganza que propone la derecha reaccionaria y desestabilizadora. La impronta que históricamente ha impulsado el peronismo es abrazar la cruz del humanismo y cristianismos, con todo lo que esto implica.

Seguir aquello que tan sabia e inteligentemente construyeron las Madres de Plaza de Mayo lejos del odio y la venganza. Ni más ni menos que la búsqueda de justicia, labrando el camino de Memoria, Verdad y Justicia.


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