Pulseada entre odio, infectadura, mentira y la sensatez
La pademia habilita el camino para el desafío sobre el cual podría incursionar Alberto Fernández.
Por: Tano Armaleo.- “No es momento para una reforma del Poder Judicial”, “estamos viviendo en una infectadura”, “en Francia se respira libertad”, “nos quieren presos en nuestras casas”, “me chupa un huevo la cuarentena, hago lo que quiero”, “el Congreso no funciona”, “no hay libertad”, “quieren quedarse con la propiedad privada”, “Alberto Fernández imita a Corea del Norte”, “que se dejen de joder con no pagar a los bonistas, no sea cosa que por unos míseros dólares entremos en default”, “Vicentín es una empresa seria”, “los ricos no roban”, “le pagamos 500 millones de dólares a Autopistas del Sol, era lo que correspondía”, “tener dinero en paraísos fiscales no es delito”, “nombramos Jueces de la Corte por Decreto, bueno, no es para tanto, lo vamos a subsanar”, “los jueces nos habían asegurado una justicia adicta”, “la cuarentena nos mata”, “emitir dinero no genera inflación”, “mi hermano blanqueó la plata que tenía en Andorra, el decreto presidencial se lo permitió”, “mi padre fue un delincuente”, son frases, definiciones y expresiones vertidas, todas, por dirigentes ligados a la oposición, también por periodistas y algunos que la van de “intelectuales”.
Si estas frases resultan escandalosas, inadmisibles, contradictorias, sin fundamentos, carentes de toda veracidad, reprochables y refutables por donde se las analice, más alarmante es el daño institucional y social que generan en la población. Si bien hay millones de personas que gustan y disfrutan al límite de la perversidad -tal vez influenciados por la impronta destilada por los que gobernaron durante los últimos años- avalando este tipo de posturas, no menos cierto es que son muchos más los que apuestan e invierten en otro tipo de recorrido. El del respeto en la diversidad. Algo de eso intenta el presidente Fernández al sentar a todos en la mesa. Una jugada un tanto controvertida partiendo de la base que muchos de los comensales son traicioneros y que responden y sirven a un solo interés: sus bolsillos.
Sin embargo, todo indica que el presidente intenta sobrellevar estas fricciones dejando a un lado el odio de clase que subyace en muchos de los comensales. Aún cuando desde la vereda de Juntos por el Cambio y de las hogueras mediáticas exhiben las peores mentiras como si fueran verdades reveladas. Si la ignorancia es mala consejera para formarse una opinión, obviamente subjetiva, peor resulta si el pensamiento está colonizado, entregado o entregada a lo que determine un titular o zócalo televisivo.
La pandemia ofrece un escenario realmente trascendental. Una gran oportunidad para dar la gran pulseada, entre estos sectores que han preferido construir agrietando y los que consideran, justo y necesario, tender puentes. En definitiva, de eso se trata la vida de los pueblos, que cada uno pueda determinar el camino a construir. No el preestablecido, mucho menos los caminos que suelen ofrecer los mercados a un sociedad consumista y ligera de pensamiento.
Foto: Mauricio Macri encarna el rostro de la grieta
Si gobernar es alcanzar la grandeza y felicidad del pueblo, la pandemia da plafón para avanzar en esa dirección. No se puede gobernar para el 100%, cierto. Tampoco desoyendo, desestimando u odiando al resto de la población. La virtud radicará, tal vez, en ser mansos como la paloma y astutos como la serpiente. Mostrar jugadas, como suele hacer el gobierno nacional, sin previamente tener consensos internos y evaluaciones de quiénes se paran en la vereda de enfrente, es darle alimentos a las fieras. Es no marcar agenda política. Ya se sabe cómo se termina cuando la
agenda es definida mediante un titular. Dar la pulsada no implica buscar doblegar al otro. Pensarlo en términos varios, ganar o perder, es no haber comprendido la historia de la humanidad. En el mejor de los casos, se podrá avanzar varios casilleros con el objeto de que la bendita torta de la cual los ricos se están llevando la mayoría de las porciones, comience a ser repartida de una manera más justa y equitativa. Caso contrario, el COVID sólo dolor y sufrimiento habrá dejado. De ser así, estaremos profundizando la uberización social y laboral. La pulseada podría definirse entre odio, infectadura, mentira e ignorancia contra la sensatez y el sentido común. País inclusivo o para muy pocos