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Los muros culturales de Nordelta: individualista y clasista


Durante 10 años el sociólogo Ricardo Greene estudió el comportamiento de "la gente"

De un reciente reportaje realizado por Página 12 a Ricardo Greene, sociólogo chileno que estudió durante diez años la vida en Nordelta, rescatamos un par de pinceladas que ilustra qué hay detrás de esos imaginarios muros culturales que intentar separar, dividir.

A continuación detallamos las siguientes:

“Ellos (por los vecinos) quieren dirigir su vida hacia el vivir bien, que se define por una vida confortable, con la familia, en cercanía a la naturaleza. Esta es una élite que tiene una vida mucho más cercana al espacio doméstico que al espacio público. Y esto se vincula mucho con el macrismo y con la ONG El Arte de Vivir, con una búsqueda espiritual que es mucho más individual. No se hace parte del devenir del país sino que es una salvación primero individual y segundo familiar.

“Ellos ven a los trabajadores como una amenaza. Obviamente, hay distintos tipos de trabajadores. Por ejemplo, su empleada doméstica es menos amenazante que la de otros. A su vez, las empleadas domésticas son menos amenazantes que los obreros de la construcción, que entran por otro acceso, con buses de la constructora. También hay pileteros, jardineros, profesores, guardias de seguridad, cada uno con distinto nivel de peligrosidad. Una anécdota: una vez fui a hablar con una propietaria –así se llaman a sí mismos, propietarios: la propiedad los define–, estaba enferma y no estaba la empleada doméstica. Le pregunté: “¿Por qué no está? ¿No necesitas ayuda?”. Y me contestó: “Le dije que no viniera porque estoy enferma. Ella viene de afuera, ¿Sabes los bichos que debe traer? Puede traer hasta dengue”. Hay cosas, entonces, que se traerían de afuera y que hay que controlar, porque este es un lugar seguro, confortable. No es solamente que se vayan a robar algo, es lo que traen y se llevan. Es mucho más amplio: desde los microbios hasta el guaraní, que también es visto como una contaminación o una amenaza”.

“El chofer no tiene tanta capacidad de negociación, aunque a veces no les hacen caso y paran igual. También escuché a las propietarias decir lo del olor. Lo tengo en mi cuaderno de campo, lo oí varias veces en los buses. Decían que les molestaba el olor de las empleadas, el tipo de jabón o shampoo que usaban, o decían que estaban muy sudadas. También ponen el bolso o la cartera para que no se sienten al lado de ellos. Lo curioso, además, es que después son los mismos empleadores los que se quejan que las empleadas no lleguen a tiempo. Obviamente que esto no lo hacen todos, porque en Nordelta hay 50.000 personas y hay gente distinta que sí le importa que sus empleadas viajen bien”.

“Mi tesis no partió por el racismo y terminó teniendo bastante de raza. El apartheid planteó dividir la sociedad en tipos de razas y cada una tenía accesos diferenciados. Acá también se hacen distinciones, pero tienen que ver más con la clase. Acá dividen por tipos de ciudadanos”.


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