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Primer golpe de Estado en la Argentina y la misma grieta


6 de septiembre de 1930 era derrotado el radical Hipólito Yrigoyen

Pasaron 87 años del primer golpe de Estado perpetrado por uniformados y civiles sobre un gobierno democrático, el del radical Hipólito Yrigoyen, quien dos años antes había logrado un claro triunfo electoral (60% de los votos) sobre una derecha conservadora y un radicalismo entregado a ella, y la historia pareciera repetirse. El radical caía en manos del general José Félix Uriburu a pedido de un sector de minoritario de la población -los ricos y poderosos ligados a la Sociedad Rural entre otros-, que venían reclamando “acabar con el gobierno obrerista” y “corrupto”. Bajo dichas premisas y con el acompañamiento de un sector de la prensa, los golpistas fueron armando y creando un clima de desprestigio sobre el presidente.

Don Hipólito, “el Peludo”, el hombre que aún con sus propias limitaciones y contradicciones intentaba actuar a favor de los sectores más postergados de la población, termino siendo socavado por aquella prensa canalla, sectores financieros y agroexportadores al punto que le crearon y plantaron, múltiples dificultades en el camino. Siempre con la intención de desprestigiarlo y presentarlo como intolerante, corrupto y sobre todo alejado de los intereses de una clase dominante que tenía temor de perder privilegios. La semana trágica y los crímenes en la Patagonia sobre indefensos trabajadores perpetrados por policías y militares en connivencia con grandes hacendados, gente muy rica que cargaba odio de clase, fueron entre otras cuestiones, minando la estructura del presidente. Obviamente no faltaron los radicales que, seducidos por aquella derecha golpista fueron cómplice del golpe de Estado.

Dice es escritor Felipe Pigna: los golpistas del futuro aprendieron en el 30 que la cosa debía empezar con el desprestigio del gobierno y el sistema a través de una activa campaña de prensa; asimismo, lograr la adhesión y el auxilio financiero de los grandes capitales nacionales y extranjeros a cambio de entregarles el manejo de la economía; rebajar los sueldos y pedir sacrificios a los asalariados que luego se traducirían en una hipotética prosperidad; las arengas debían ser fascistas pero el Ministerio de Economía sería entregado a un empresario o gerente liberal al que no le molestaran mucho los discursos y las actitudes autoritarias, a un liberal al que lo tuvieran sin cuidado el respeto a los derechos humanos y todos aquellos derechos impulsados justamente por el liberalismo.

Aquella grieta se repetiría en la historia nacional a los pocos años. Volvería al escenario un 16 de septiembre de 1955 cuando bombas asesinas arrojadas sobre Plaza de Mayo derrocaban a Juan Domingo Perón, a quien aún hoy, no le perdonan habar cambiado la historia nacional. Eras las mismas oligarquías (hoy serían definidas como derecha neoliberal) que imbuidas de un odio de clase superlativo, también pretendían un gobierno de ricos y para ricos.

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