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La Masacre de Plaza de Mayo: el odio de ayer, el odio de hoy


16 de Junio 1955

La historia suele repetirse y presentarse en distintos formatos y con lujosos maquillajes y caretas. Sin embargo, lo que el ser humano no hace es traicionar su propia historia. Cuando un 16 de junio de 1955 aviones de la fuerza aérea y la marina acompañados por civiles, bombardeaban Plaza de Mayo a plena luz del día a fin de derrocar el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón el país, el pueblo sería, una vez más, víctima del odio, la venganza y barbarie. Aquel bombardeo se cobró la vida de más de 350 personas, niños incluidos, que en plena hora de trabajo y de actividad escolar no imaginaban que semejante locura podría caer sobre el pueblo.

Aquel 16 de junio, escribe Felipe Pigna, Perón llegó como todos los días muy temprano a la Casa Rosada. Empezó el día recibiendo al director de la SIDE, general de brigada Carlos Benito Jáuregui. Las noticias que traía el jefe de los espías eran preocupantes pero no estaban confirmadas. Perón decidió continuar con su actividad diaria y estar alerta a cualquier aviso. Al terminar la reunión y mientras esperaba al embajador de los Estados Unidos Albert Nufer, miró con cierto desgano la agenda oficial, sabiendo que según le anticipó Jáuregui todo podía cambiar de un momento a otro.

Dudaba todavía cuando llegó el embajador y comenzó una cordial entrevista. A eso de las nueve de la mañana, fueron interrumpidos, un poco intempestivamente, por el general Lucero, quien ingresó pidiendo disculpas con un marcado gesto de preocupación. Perón sabía que estaba programado un desfile aéreo en desagravio a la bandera nacional y a la memoria del Libertador José de San Martín por los destrozos producidos en la Catedral donde descansan sus restos. Pero Lucero estaba en condiciones de confirmar las sospechas del director de la SIDE: ese desfile podía ser aprovechado para bombardear la Casa de Gobierno y a su principal ocupante. Convenció al presidente de que se trasladara a su despacho en el Ministerio de Guerra, cruzando la avenida Paseo Colón.

Desde su nueva ubicación, a las 12.40 en punto, Perón pudo escuchar el sonido inconfundible de aviones de combate. Luego supo que eran los Avro Lincoln y Catalinas de la escuadrilla de patrulleros Espora de la Aviación Naval, coordinados por el almirante Samuel Toranzo Calderón y comandados por el capitán de navío Enrique Noriega. Era un ruido inesperado, nuevo en Buenos Aires que se estrenaba como la primera capital de Sudamérica en ser bombardeada desde el aire por sus propias fuerzas armadas, curiosamente por la Marina.

El plan de los golpistas era exhaustivo:

1º El bombardeo de la Casa de Gobierno, donde se presumía estaría el presidente.

2º El copamiento por parte de civiles de edificios públicos y emisoras radiales.

3º El alzamiento de las unidades de Entre Ríos a las órdenes del general León Bengoa.

4º La movilización de las unidades de la Escuela de Artillería y de Aviación de Córdoba.

5º El alzamiento de la base naval de Puerto Belgrano; y

7º El despliegue de unidades de Infantería de Marina que atacarían por tierra posesionándose de edificios públicos y otras unidades de Ejército.

Los aviones atacantes llevaban pintadas en sus colas una “V” y una cruz, que señalaban “Cristo Vence”.

Las primeras bombas cayeron a pocos metros de la Pirámide. Sobre la Casa Rosada cayeron en total 29 bombas, de entre cincuenta y cien kilos cada una. Otra de ellas destrozó un trolebús repleto de pasajeros.

En 1930, el mismo odio de clase derrotaba a Hipólito Irigoyen, al cual la oligarquía de aquellos años y los medios de prensa, lo tildaban como el “presidente obrerista”. Fue la misma oligarquía que también avasalló a otro presidente constitucional, Arturo Ilia, “la tortuga” le decían los medios de prensa a fin de desprestigiarlo. Ahora, en un “mundo liquido”, el de la “pos modernidad” los golpes provienen cargando titulares que bajo el argumento de la corrupción (a veces ciertos) y alimentando el odio de clase imponen modelos de exclusión; gobiernos de ricos comandado por CEOs.

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