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Si ellos son héroes, dónde queda Mirta Robles, Margarita Barrientos o Madres de Plaza de Mayo

Devaluar la palabra es parte de un complejo marco de sometimiento de la subjetividad.


Por: Tano Armaleo.-Infinidad de titulares periodísticos se cansaron de definir a los jugadores de la Selección Nacional como héroes nacionales. A todo esto: ¿son nuestros jugadores, verdaderamente, héroes o el periodismo vuelve a montar falsos relatos?; ¿la prensa, con este tipo de definiciones, degrada el valor de la palabra?. En realidad, sí. Sea por ignorancia, fatiga intelectual o, lo más grave, por intenciones comerciales o políticas, insisten con la definición. No es ningún secreto que el fútbol es un gran negocio a nivel mundial. Y una herramienta de condicionamiento y presión política.

Se podrá decir que el mundial de Qatar fue la expresión más grosera y conocida de corrupción política. Presidentes y ex presidentes venerando a un gobierno que pagó sobornos a eurodiputados, sometió a miles de trabajadores a regímenes laborales de semiesclavitud y tantas degradaciones más que se vivieron durante el mundial 2022.

Pero volvamos a los “Héroes”.


No es el caso ir a la antigua Grecia o Roma para determinar el valor que se les asignaba a los héroes o heroínas. Eran considerados, en algunos casos, dioses, en otros, semidioses. Aristóteles declara que los héroes eran, tanto física como moralmente, superiores a los hombres.


La mayoría de la prensa se cansó e insiste en poner a los jugadores en el pedestal de héroes. Cuando en realidad son tipos virtuosos, dotados por la naturaleza de una magistral habilidad deportiva. Superlativa, para ser claros.

Cierto es que a partir de estos dones naturales, ellos le sumaron una terrible dosis de esfuerzo y sacrificio que fueron modelando y refinando para lograr obtener habilidades superiores al resto de sus pares. Por eso llegan donde llegan. Son una verdadera elite, privilegiados se podría decir si esto simboliza trabajo, entrega, dedicación. Detrás de estos esfuerzos, y sacrificio, vale mencionar, subyace el acompañamiento de familiares. Y de instituciones barriales que les habilitaron el camino. El resto es mérito propio y de la naturaleza.


Por eso cuesta, por lo menos para quien esto escribe, abonar la definición de Héroes. No somos ni queremos ser parte de ningún negocio futbolístico. Y mucho menos, ponernos en fiscales de la nación para catalogar a personas a expensas de devaluar la palabra.


Si estos pibes son héroes, qué le queda al laburante, estudiante, científico, docente, barrendero, enfermeros, médicos, empleados estatales, camioneros que ponen onda y energía, día a día, para que todo funcione bien. Ni hablar de las Margaritas Barrientos (Comedor los Piletones de CABA), las Mirta Robles (Escuela Las Hormiguitas, Barrios Las Flores, Villa Martelli), o Madres de Plaza de Mayo o Madres del Dolor, por caso.

Queda claro que devaluar la palabra, no poner las cosas en su justa medida, confundir las definiciones, el sentido de las palabras, tiene intencionalidad.


El periodismo argentino -esto también sucede en otros confines del mundo- y un buen sector de la política, desafortunadamente, se suman y alientan la hoguera que devalúa las palabras. Así es como tiran a la mesa palabras como asesinos, chorros, corruptos, para descalificar y degradar al que piensa distinto. Degradan la palabra masificándola y desnaturalizando el verdadero significado y a quien le cabría, llegado el caso, semejante calificación. Sin embargo, cuando la promiscuidad y la corrupción involucran a quienes tienen en sus manos el manejo del relato, surge el ocultamiento informativo. En estos casos, vuelven a degradar la palabra, asegurando que todo es una cuestión de operaciones políticas. Cuando en realidad son mafias que actúan sin pudor gracias a que el relato informativo de un puñado de medios que hegemoniza la información, no quiere definir las cosas, las palabras, tal cual corresponde.


No es ningún secreto que el fútbol es un gran negocio a nivel mundial. Y una herramienta de condicionamiento y presión política. Lo mismo sucede con buena parte del periodismo y un sector de la política, por eso pretenden convertir a nuestro seleccionado en héroes. Devaluar la palabra es parte de un complejo marco de sometimiento de la subjetividad.

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