Odiadores siempre existieron, sólo que ahora tienen quien les financie la fábrica
Son políticos fabricados para construir y destruir a partir del odio, similares a futbolistas que odian la pelota y al propio fútbol.
Por. Fernando Gañete Blasco.- Alguna vez José Pablo Feinmann dijo: “No sé qué es el peronismo, ni siquiera si existe, de lo que estoy seguro que existe es el antiperonismo”. Eso es terrible, porque el único objetivo es destruir. No tienen idea de cómo construir otra cosa que no sea odio. Entonces surgen los partidos políticos o alianzas sólo por el odio, que lo ofrecen a la población para que tenga dónde colocar sus frustraciones y depositar la culpa de lo que le sucede a un tercero, transformándolo en el enemigo. De esa manera, esos dirigentes construyen poder, sin otro sustento que la crítica feroz al que piensa distinto.
Pero, aunque parezca que esa metodología no construye nada, fabrica gente como Sabbag Montiel, los copitos y, si incursionan en política fabrican dirigentes como Milman, Fernando Iglesias, Lemoine y hasta los hermanos Milei, entre otros. La lista sería enorme si nos remontáramos a la historia de estas prácticas como los militares golpistas, desde Rojas hasta los Videla, Viola, Massera y Galtieri. Claro que esta industria del odio y la destrucción necesita, como toda fábrica para vender sus productos, de inversión que suelen ser los dueños de dichas compañías y de publicidad. Allí aparecen ciertos empresarios codiciosos y empresas de medios que suelen ser los ideólogos, para cerrar el circuito. Son éstos los que se quedan con el dinero producido. Esas ganancias son las que, si no hubiera odio de por medio, se repartirían entre sus pobladores, pero si éstos están cegados en destrozar al enemigo, no ven las consecuencias de los actos de quienes los conducen. Los resultados son parecidos a las guerras. Muchos ciudadanos creen que defienden a su país y avalan a quienes los llevan al conflicto, sin ver que el negocio lo hacen otros que nada tienen que ver con dicha contienda.
Volviendo a lo político, muchos de esos dirigentes mencionados carecen de lo esencial que debería tener un funcionario, o quien se dedica a la política pública, que es la vocación de servicio para buscar mejorarle a los pobladores su calidad de vida, así como también el compromiso para mejorar la situación del país. Para ello se tendrían que haber preparado. Pero los políticos fabricados para destruir a partir del odio son como el futbolista que odia la pelota y al propio fútbol. Raro.
En alguna oportunidad, el DT Juan Carlos “Toto” Lorenzo había concientizado a un férreo defensor para que con la marca anulara al creador de fútbol del equipo rival. Esa era la única misión que tenía en el partido, pegársele como una estampilla para que no reciba el balón y, si le llegaba la pelota, cometerle falta. Todo lo opuesto al buen fútbol. Logró el objetivo al punto tal que el DT rival efectuó un cambio y sacó al habilidoso contrincante. El defensor no supo qué hacer a partir de ese momento y Lorenzo lo reemplazó. El equipo del Toto no pudo ganar el partido.
Eso es similar a aquellos diputados o senadores que ganan una elección y cuando llegan a su banca no saben qué hacer más que anular al adversario. Así se va destruyendo a la política, la democracia y al propio país por carencia de ideas. Todo ello sustentado por los “barras bravas” que los avalan como “los copitos”, los Sabbag Montiel y todos aquellos que los votan sin conocer cuáles son las propuestas, en qué benefician al país y a sus ciudadanos. Los une el odio, al punto que en el juicio del que intentó asesinar a Cristina Fernández de Kirchner, algún habitante de este país habrá coincidido con el homicida fallido.
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