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"El Loco" afecta a la clase media, a la educación, al trabajo y la producción y millones ganan la calle

¿Podrá ser el comienzo del fin de un gobierno autoritario e intolerante?. Es lo que se recogía en las calles frente a la presencia de millones de personas y los más variados dirigentes opositores.

Por. Tano Armaleo. La masiva movilización a lo largo y ancho del país en defensa de la educación pública, y en particular de las Universidades, fue la ratificación de que un amplio sector de la población, especialmente la clase media, está dispuesta a ponerle límite a un autoritario, intolerante y agresivo primer mandatario que se ufana y entusiasma en “destruir el Estado” con la gente adentro, claro está. Lo propio manifiestan sus ministros al momento de despedir miles de empleados estatales.


Una movilización que, sumada a las de los jubilados y las del movimiento obrero, no hace más que abonar lo que no pocos sociólogos y analistas políticos consideran el comienzo del fin de un gobierno que, sobre la base de un fundamentalismo ideológico comprobadamente fracasado, insiste en imponerlo. No lo hace en soledad. Cuenta con dirigentes del PRO, por caso Bullrich y radicales que integran el gobierno. Y un PRO que conduce Mauricio Macri que no termina por definir de qué lado de la vida se ubica. También cuenta con  legisladores supuestamente opositores cooptados con cargos y, por lo visto, “ensobrados”.


El Centro de Estudios Arturo Sampay de Zona Norte comprometido con la educación pública.


Fue una movilización transversal desplegada a lo largo y ancho del país. Provincias como Córdoba, donde la ultraderecha goza de buena salud y, además, un gobernador complaciente, vivió una jornada que confirma el hastío y malhumor popular ante tanto atropello y violencia institucional. Las calles se llenaron de voces en defensa de las universidades públicas. Lo propio sucedió en ciudades como Mendoza, La Pampa, Rosario, Santa Fe, Salta, Ushuaia, por caso.


Fue una movilización transversal que logró unificar voces como las de Martín Lousteau, Pablo Moyano, Sergio Massa, Hugo Yansky, Germán Martínez, Horacio Larreta, Guillermo Moreno, Federico Storani, Juan Manual Casella, Elisa Carrió, Juan Grabois, Cecilia Moreau, Victoria Tolosa Paz,  Cristina Fernández, Facundo Manes, Sergio Palazzo, Emilio Monsó, entre otros. Dirigentes que comprenden que, así como la población interpreta cabalmente que el presidente pasó todos los límites institucionales -apaleó y gaseó a jubilados, represión a manifestantes y vetos a diestra y siniestra-, observan que el país está inmerso en una seria degradación institucional, social y económica.


El Sindicato de Trabajadores Municipales de Vicente López, junto al concejal Lucas Boyanovsky abrazndo la educación pública


En un país con un 53% de pobreza, 18% de indigencia, alto índice de desocupación, caída de la producción, cierre de Pymes, 11.500 en todo el país, destrucción del salario, tarifazos y degradación cultural de las máximas autoridades nacionales, donde la clase media se ve seriamente afectada al igual que el sector de la producción y el trabajo, la foto de ayer volvió a poner un horizonte esperanzador.

Federico Storani y el vicentelopense Alejandro Ventureira


Aun cuando el gobierno promete vetar el financiamiento universitario, que dicho sea de paso el 48% de los estudiantes en este ámbito son pobres, el fundamentalismo ideológico de Milei y su equipo no hace más que alentar la conformación de un frente social-político que podría derivar en la conformación de un nuevo contrato social -democrático a partir de ejes claros.

Así como la educación pública, de donde salieron los premios Nobel argentinos y miles de científicos que son orgullo nacional e internacional, es un eje que convoca, esa dirigencia que fue a dar la cara ayer en la plaza debería deponer personalismo y egos superlativos -algunos y algunas tal vez, un paso al costado-,  para abrazar una causa nacional que finalmente termine derrotando la intentona de destruir el Estado, el país.

No debería ser tan complejo dar paso a un país donde la soberanía nacional no sea mancillada, la justicia social sea política de Estado frente a una población ampliamente empobrecida y donde la justa distribución de la riqueza sea parte de la agenda política al igual que el cuidado del medio ambiente.  La salida a la gran crisis es política. No hay otra para contrarrestar a falsos profetas de cartón.

 

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