A 69 años del golpe cívico-militar contra Juan Domingo Perón, San Isidro aporta su barbarie
Perpetrado por la autodenominada “Revolución Libertadora”. Dos calles con nombres de dictadores. El Centro de Estudios "Arturo Sampay" se refirió a la fecha.
Perón en su casa de Gaspar Campos, Vicente López (1973)
A 69 años del fatídico golpe cívico-militar del 16 de septiembre de 1955, perpetrado contra el gobierno democrático de Juan Domingo Perón, diversos sectores evocan la fecha en un contexto nacional donde el gobierno del intolerante, autoritario y agresivo presidente Milei reivindica la impronta de estos asesinos que, en nombre de la libertad y democracia, asesinaron, torturaron y cometieron cuanto crimen de lesa humanidad nadie hubiese imaginado que se cometieran en el país. Muy a pesar de esta nefasta política, San Isidro tiene el desagradable “privilegio” de tener en sus calles a dos dictadores que actuaron y se mancharon las manos con sangre aquel 16 de septiembre de 1955: Pedro Eugenio Aramburu y Eduardo Lonardi.
Es el nombre de una dalle de Martínez
Si "la educación es siempre un acto de esperanza que, desde el presente, mira hacia el futuro”, tal cual sostiene el Papa, es evidente que construir futuro omitiendo la dimensión del pasado o, peor aún, reivindicándolo como lo hacen en San Isidro ungiendo el nombre de dos dictadores a las calles, torna complejo construir un marco de estricto respeto a las instituciones y valores democráticos.
Frente a la fecha, el Centro de Estudios de la Realidad Social y Política “Arturo Sampay ”manifestó la importancia de recordar la fecha porque “nos sirve para comprender que en la Argentina de hoy, nada es casual” y agregan desde el Centro que integran Diego Herrera, José “Pepe” Armaleo, Juan Pablo Cafiero, Alejandro Filomeno, Nora Forciniti, Antonio Carabio, Fernando Gañete Blasco, Néstor Bachés, Germán Cárrega, Marcos Lohlé, Oscar Levrero, Mónica Labonia, Claudio Leveroni, Oscar Neyssen, Melisa Demetrio, Natalia Neremberg y Claudia González , entre otros: “con sólo hurgan en nuestra historia comprenderemos los motivos por los cuales tanto detestan estas derechas reaccionarias la causa popular, lo nacional, nuestra soberanía, del mismo modo que al humilde, al que trabaja y produce, al que se educa e investiga”.
Por su parte, la Agrupación “La Juan Manuel” de Vicente López que en la actualidad conduce Analía Hadly, evocó la fecha recordando, a través de un documento, que “el ataque al gobierno legítimo se llamó a sí mismo, paradójicamente, “revolución libertadora” y fue el primero de una serie de dictaduras cívico-militares que vivimos los argentinos durante muchos años”. El anterior golpe contra un gobierno democrático, también en manos de las derechas reaccionaras, fue sobre el radical Hipólito Irigoyen (6 de septiembre de 1930). El escrito de la Agrupación concluye con lo siguiente: “En nombre de la libertad solamente restauraron sus privilegios; Viva Perón, carajo”.
El 16 de septiembre de 1955 se produce la sublevación autodenominada “Revolución Libertadora”, movimiento revolucionario encabezado por el general Eduardo Lonardi, que derrocó al gobierno constitucional del general Juan Domingo Perón. El 13 de noviembre de 1955, Lonardi sería reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu.
Un poco de historia
La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.
Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.
La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.
En un olvidado artículo periodístico de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños -escribía-, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”. En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.
Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.
El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internacionales, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.
Finalmente, en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Fermín Chávez, Revista Primera Plana Nº 507, 13 de septiembre de 1973.
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